II Dom. del T.O. La emoción del vino nuevo
Animados por las hermosas palabras de la primera lectura, extraídas del capítulo 62 del profeta Isaías, nos acercamos a reflexionar sobre el primer signo que Jesús realiza presentado por el Evangelista Juan durante una boda en Caná de Galilea. El profeta Isaías nos recuerda una imagen muy hermosa, que fue desarrollada en el antiguo testamento: Dios es el esposo de Israel y el pueblo su esposa, vale decir que el libro principal de este hermoso icono es el Cantar de los Cantares.
Con el nacimiento de Jesús, el Novio vino a demostrar su amor hacia su novia, pero la boda que sancionará esta nueva unión será totalmente diferente. En el fondo del pasaje de Juan resuenan los episodios de Éxodo 19: la Alianza estipulada entre Dios y Moisés, ocurrida tres días después de la salida de Israel de Egipto con la entrega de las tablas de la Ley.
En la celebración, el vino es signo que manifiesta el vínculo de amor entre el novio y la novia, quienes durante la fiesta deben beber de la misma copa. La situación difícil del relato deja ver que, entre Dios y el pueblo, no hay vino bueno con que celebrar, sólo hay aguado; representa la frialdad de la relación, también el cansancio, la monotonía, Dios e Israel no son felices...; las tinajas de piedra recuerdan las tablas sobre las que está escrita la Ley.
Son llamativas las palabras de María que viendo lo que sucede intercede. Jesús, respondiendo a su Madre, indica que su misión no es revitalizar la antigua alianza, sino estipular una totalmente nueva, que se manifestará plenamente en la hora de la Cruz. Cada vez que los sirvientes usen el agua contenida en las seis tinajas (número de imperfección), darán ahora buen vino a todos los presentes: un amor abundante que nunca terminará restaurando la alegría, la fiesta, la esperanza. Y más adelante deja claro con el Novio, que las cosas buenas pertenecen al presente.
Con el cumplimiento de este primer signo, Jesús demuestra que el amor del Padre es siempre activo y eficaz para todos sus hijos y que si cada uno de nosotros está dispuesto a beber de su copa, lleno de amor por la humanidad, podemos insertarnos en esta profunda relación, convirtiéndose así en signo de ese amor capaz de devolver a todos la alegría de existir.
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