Dom. II de Navidad. Dios hecho hombre entre nosotros

 

El Evangelio del segundo Domingo del Tiempo de Navidad nos presenta el prólogo del Evangelio de Juan. El texto nos introduce en el misterio del nacimiento del Redentor. De la Palabra de Dios, el Verbo divino se hace carne en el vientre virginal de María, a través de su sí al arcángel Gabriel que la elige para ser Madre del Señor. Así el Señor entra en la historia con la naturaleza humana, asumiendo la condición de siervo. Además, este domingo ya se celebra la víspera de otra solemnidad muy importante que es la Epifanía de nuestro Señor Jesucristo. 

"El Verbo se hizo carne y vino a morar entre nosotros". La encarnación sirvió para entrar en la historia de la humanidad, pero tal entrada no fue, ni es, reconocida por la gente. Tanto es así que el Evangelio de Juan en el pasaje que escuchamos durante la liturgia dice que la luz vino al mundo, pero el mundo de las tinieblas, del error, del pecado, de la muerte, no la ha identificado, no ha sido acogida. Por lo que la humanidad continuó, a pesar del misterio de la Pascua del Señor, caminando en la oscuridad, en el error, en la mentira, en la falsedad, en las guerras, en las injusticias, en todo lo que no es luz, sino tiniebla en el corazón del hombre.

El misterio del nacimiento del Redentor que el tiempo navideño pone para nuestra reflexión y meditación, debemos saber valorarlo con el fin de alimentar esa esperanza en nuestro corazón; efectivamente, con el Señor, para el Señor, y en el Señor es posible caminar por sendas de luz y de verdadera alegría. Este deseo debe aflorar sobre todo en este año jubilar, dedicado a la esperanza, convocado por el Papa Francisco para volver a poner en el centro de la vida de todo cristiano y de cada hombre de buena voluntad la confianza, la alegría, la paz, la serenidad, la fraternidad, temas que sacan la fuerza y la gracia de esa virtud teologal.

Confiamos nuestro camino de peregrinos de la esperanza en este año jubilar, al comienzo del año civil que acaba de comenzar, a la protección de la Santísima Virgen, Madre de la Esperanza, como la invocamos en nuestras oraciones diarias, seguros más que nunca de que todos tenemos la posibilidad de recuperar la dimensión más verdadera y auténtica de nuestra vida humana y cristiana que es la luz de la gracia divina. Debemos alimentar nuestra mente y nuestro corazón con todo lo que es esperanza y verdadera alegría.

El camino jubilar que podemos hacer bajo la protección de la Santísima Virgen María será fructífero si elegimos a María como estrella polar que nos guía en la vida y que ciertamente nos llevará a Cristo. En el pesebre de Belén Jesús se manifiesta abiertamente a toda la humanidad. Así comienza el camino del Redentor hacia su Pascua.

En la Epifanía se anticipa la manifestación de Cristo en la gloria de la cruz y de la resurrección que llevará a buen término en la Jerusalén terrenal, anticipo de la Jerusalén celestial. La Palabra de Dios es el Cristo único Salvador ayer, hoy y siempre.

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