Dom III de Adviento - Gaudete - ¿Qué debemos hacer?
Hoy es el tercer domingo de Adviento, el llamado domingo de la alegría. La Iglesia, en su sabiduría, nos recuerda que este tiempo de espera es también un tiempo de alegría porque vamos al encuentro de Cristo Señor. Hay noticias reconfortantes y noticias salvadoras. La salvación que nos trae el Señor no llega a través de lo que esperamos y de lo que inmediatamente nos consuela. No, la salvación es algo que nos hace crecer, es un camino. La buena noticia no es que un problema se nos aleje por poco tiempo, sino que se resuelva hasta el final. Debemos recibir esta buena noticia, no como una pausa, sino como lo que realmente solucione nuestra vida: ¡esto nos trae alegría. Necesitamos acoger al Señor, Aquel que es nuestra alegría. ¡Necesitamos a Aquel que da sentido a nuestra vida, necesitamos a Aquel que nos da vida verdadera!
Dos aspectos del Evangelio invitan a actuar: comenzar a hacer justicia y acoger al Señor que viene a purificarnos.
El Bautista proclama un bautismo de conversión, un bautismo que permite ponerse delante del Señor para acogerlo. Por eso muchos acuden a Él para preguntarle qué deben hacer: "El que tenga dos túnicas, que le dé unas al que no tiene... el que tenga qué comer, que haga lo mismo... no esperes más...". Estas palabras del Bautista son una exhortación a la acción. Es como si el Señor, a través de él nos dijera que dentro de nosotros hay una apertura al bien. Podemos aplicar una justicia que aún no es el amor pleno de Dios, sino la que nos prepara para acogerlo. Podemos empezar a vivir bien, a ser honrados, a no maltratar; esta es una posibilidad en cada uno de nosotros. La predicación del Bautista se sitúa en el primer nivel de la conversión: no hacer el mal para lograr el bien. A veces nos gustaría ir a la India y ser la nueva Madre Teresa, nos gustaría ir a predicar alrededor del mundo y ser los nuevos Francisco, Carlos, Pedro… nos gustaría hacer quién sabe cuántas cosas hermosas, pero luego no somos capaces o no queremos hacer lo que tenemos que hacer en nuestro entorno: ayudar a los que están cerca de nosotros, abrirnos al perdón, no cultivar sentimientos de rencor, no juzgar... ¿cómo podemos dar toda nuestra vida, si primero no somos capaces de hacer justicia, si no dejamos a un lado el mal? Así que comencemos primero donde estamos, esforcémonos en realizar alguna obra de justicia, y al hacerlo creceremos más.
El segundo aspecto es que el Señor con su venida nos purifica, nos libera, nos despoja de muchas cosas inútiles. De hecho, Juan Bautista dice que viene alguien más fuerte que él, que puede hacer mucho más, y este es Cristo Jesús, es Él que bautiza en Espíritu Santo y fuego: «Él tiene la pala en la mano para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero quemará la paja con fuego inextinguible." Juan Bautista utiliza esta analogía: habla de esta pala que servía para airear el trigo y liberarlo de los desperdicios, para decirnos que el Señor viene a liberarnos de nuestros desperdicios, de nuestro lastre. Tenemos mucha paja, una parte de nosotros que hay que tirar. Quizás no somos capaces de todas las cosas que queremos, pero sí podemos acoger al Señor para que comience a quitar los muchos desperdicios inútiles que hay en nuestra vida y nos mueva continuamente a amar.
El evangelio de hoy es el evangelio de Jesús presente entre nosotros que siempre llega de una manera nueva. Esta no será la misma Navidad del año pasado porque Jesús puede venir con nuevos dones, con nuevas manifestaciones de su amor, que abran nuevos horizontes para nosotros y también para la Iglesia y el mundo.
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