Dom XXXIII del T.O. Todo pasa, solo Dios basta.
Hemos llegado al penúltimo domingo del año litúrgico, que finalizará el próximo domingo con la fiesta de Cristo Rey. Cada año, en este domingo, la Palabra de Dios nos invita a levantar la mirada hacia los horizontes de la historia para renovar nuestra esperanza en el regreso del Señor. Pero al mismo tiempo, con la celebración de la Jornada Mundial de los Pobres este mismo domingo, nos empuja a reconocer su presencia en los más pobres y necesitados.
El texto que se nos propone habla de las "cosas últimas" y su lenguaje parece complicado y en cierto modo misterioso, en el sentido que pretende hablarnos de realidades veladas que estamos llamados a conocer. Nuestra existencia no se disuelve en la historia; es verdad que en el tiempo terrenal todo desaparece: lo que hemos elegido y adorado como divinidades (dinero, placer, comodidad), así como toda forma de poder; esas luces que parecían “absolutas” como todo lo tangible, a excepción de mí ser como persona, como hijo del Dios, Creador y Señor del cielo y la tierra. también caducan.
Marcos nos lleva a la centralidad de la Buena Nueva, recordándonos que lo que puede parecer el fin es en realidad la manifestación de un nuevo comienzo. Cuando nuestra mirada medita sobre estas crisis descritas en este pasaje del evangelio de Marcos, reconocemos que la promesa de Dios en Jesucristo de salvarnos, se cumple.
Es bueno, por tanto, que nuestras inteligencias se vean sacudidas, es bueno que nuestras certezas decaigan repentinamente, won buenas las crisis que la vida nos presenta, ya que, de esta manera, todo lo vivido, como el Viernes de Pasión, se desbordará de júbilo la madrugada feliz y eterna de la Pascua.
No peregrinamos hacia la nada ni hacia la disolución, sino que, al contrario, recorriendo el paso bíblico de los días de la creación, volvemos a nuestra esencia, que es Dios, redimida y exaltada por el amor del Hijo.
En el mundo, muchas personas experimentan las heridas de una vida que ya no tiene tiempo, que se caracteriza por la depresión de quien no tiene esperanzas de futuro. Muchos han sufrido las heridas de la desilusión, por haber depositado su confianza en alguien que luego cayó o decepcionó desgraciadamente; pero es precisamente a través de estas crisis que estamos invitados a ir más allá, haciendo de estas heridas, como nos el papa “las rendijas de la luz pascual”, de donde brota la esencia de las cosas, hacia el encuentro de Aquel que viene.
Celebramos la Jornada Mundial de los Pobres a las puertas del Año Santo jubilar, un tiempo de gracia para hacernos peregrinos de la esperanza, ofreciendo signos concretos para un futuro mejor, como reza Francisco en el Mensaje de esta jornada por los pobres. Nos recuerda no olvidar «los pequeños detalles del amor» «saber detenerse, acercarse, dar un poco de atención, una sonrisa, una caricia, una palabra de consuelo». Y el mensaje no sigue alentando: «Estos gestos no se improvisan; requieren, más bien, una fidelidad cotidiana, casi siempre escondida y silenciosa, pero fortalecida por la oración».
Bendecido domingo.
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