Dom XXXII del T.O. De lo superfluo a lo fundamental
El evangelio de hoy nos sitúa ante una particular maestra de la fe: una viuda pobre. Jesús está sentado en el Templo frente a la sala del tesoro, donde había tres cajas en las que los fieles depositaban sus ofrendas. Jesús observó "cómo" arrojaban las ofrendas - El "cómo" es importante, nos ayuda a ver con profundidad - Quizás nosotros hubiéramos observado el "cuánto"; en cambio el Señor mira el "cómo".
Por un lado, tenemos a los ricos que echaban "mucho" al tesoro, sus ofrendas, que resonaban en las cajas, ¡se aseguraban que no pasaran desapercibidas! Por otro lado, tenemos una viuda pobre: pone "poco", sólo tiene dos monedas de cobre que juntas no formaban un duro. Podemos imaginarla mientras, intentando pasar desapercibida, se acerca a la caja colocando su ofrenda. Ella dio "poco" frente a los ricos que aportaron "mucho".
Jesús se vale de esta situación para dejar una enseñanza: mientras los ricos regalaban algo de lo que les sobraba, esta mujer dio todo lo que tenía. La cuestión entonces no es si ”mucho" o "poco", sino cómo se da. Tenemos aquí algo precioso que toca la relación con Dios y con los demás.
En primer lugar, la relación con Dios: esta mujer pone todo lo que tiene, está segura de que Dios proveerá para ella y lo hará mejor que esos dos centavos que tenía. Podríamos decir que juega toda su vida con Dios, entregándose plenamente a Él. ¿Y nosotros? ¿Podemos decir que confiamos seriamente en Dios y su Palabra? Es fácil decir que tenemos fe cuando todo va bien y parece estar bajo control; pero ¿cuándo la palabra de Dios nos pide que vayamos contra la corriente? ¿renunciar a algo?... Y cuando el sufrimiento llama a la puerta de nuestra vida, ¿cómo respondemos? Ahí está la prueba de nuestra fe. Es cuando sabemos que confiar en el Señor con lo que tenemos, nos hace crecer, es cuando afinamos la fe en la que caminamos. Las dificultades, los imprevistos, las situaciones extremas ante las cuales muchas veces nos desanimamos y nos quejamos, son en realidad oportunidades que tenemos para experimentar el amor de Dios dentro de nosotros, para aprender a confiar en Él y ver el poder de Dios obrando en nosotros.
Pero no sólo eso: esta mujer nos hace reflexionar sobre la calidad de nuestra forma de relacionarnos. Ella lo da todo, con mucha generosidad. Materialmente tiene poco para dar, pero lo da con mucho amor, recordándonos una verdad profunda, que expresamos con las palabras de la Madre Teresa: "lo que importa no es hacer mucho, sino poner mucho amor en lo que tú haces”.
Jesús nos revela que esta mujer no dio parte de lo sobrante sino todo. Aquí tenemos dos maneras de vivir: dar lo mínimo (el tiempo libre, las cosas que no cuestan), o darse generosamente, compartiendo también lo que sí cuesta. Jesús parece decirnos que no le interesa la limosna, pero sí quien lo da y sobre todo cómo lo da; es la persona en su libertad quien da valor a la ofrenda. Por eso el apóstol San Pablo nos recuerda: “Hermanos, tened presente esto: el que siembra escasamente, escasamente segará, y el que siembra generosamente, generosamente segará. Cada uno debe dar según lo que ha decidido en su corazón, no con tristeza ni por obligación, Dios ama a los que dan con alegría" (2Cor 9,6-7).
¡Esta viuda pobre nos conmueve a todos y nos enseña lo que significa confiar en Dios y amar a los demás! El Evangelio la presenta como imagen de la verdadera creyente en un mundo donde uno sólo se preocupa de lo conveniente para sí, o donde como mucho se comparte lo sobrante, esta es una creyente que, en un momento de extrema necesidad, lo apuesta todo a Dios entregándole completamente su vida.
En el día de la campaña de la Iglesia diocesana, colaboremos con nuestro aporte, seguro que nuestra desprendida donación será una ayuda para tantas necesidades. ¡Que el ejemplo de esta mujer toque y mueva nuestros corazones a la conversión, para que nuestra ofrenda sea sincera y verdadera a nuestro amado Señor!
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