HOMILIA EN LA FIESTA DE SAN FRANCISCO, CLARISAS LEÓN
“Te bendigo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y las has revelado a los pequeños”. La Iglesia ha elegido estas palabras de Jesús, vibrantes de emoción, para presentarnos a Francisco de Asís en su fiesta. ¡Qué elocuentes nos parecen a la luz del "Poverello"! Ciertamente fue uno de esos "pequeños" a quienes el Padre reveló los misterios de su reino.
Se los reveló de manera tan profunda y conmovedora que la experiencia espiritual de Francisco se ha convertido en punto de referencia y fuente luminosa de inspiración para innumerables multitudes de creyentes a lo largo de los siglos.
"Te bendigo, oh Padre...". Mirando las espléndidas manifestaciones de la espiritualidad franciscana en tiempos pasados y en el presente, también nosotros nos sentimos impulsados a repetir las palabras de Jesús y a agradecer al Padre el don inestimable que, en el santo de Asís, ha hecho a la Iglesia.
Francisco conoció verdaderamente el misterio de Cristo. Iluminado por la fe, comprendió que, en el centro de este misterio, estaba la pasión, muerte y resurrección del Señor. Lo entendió, y extrajo las consecuencias con valiente coherencia.
Precisamente de esta participación en la pasión de Cristo, Francisco obtuvo ese sentido de libertad interior al anunciar el Evangelio, gracias al cual - como escribe san Buenaventura - "no temió a los hombres y predicó la verdad con extremo valor".
La Palabra de Dios de manera sencilla quiere iluminar las principales virtudes y la espiritualidad específica de Francisco, de la que fue dotado en la vida para llegar directamente a Dios.
San Pablo se gloría en la cruz de Cristo y se ve crucificado al mundo y desprendido de él: Francisco tiene el mismo orgullo porque tuvo el privilegio de llevar los estigmas del Señor de manera visible en su corazón y en su cuerpo; tal como le había sucedido al Apóstol abandonó toda seguridad humana para ser entera y exclusivamente de Cristo en el gozo de la pobreza total. Ambos comprendieron el encanto de la cruz y aprendieron a regocijarse con Cristo en el sufrimiento.
La respuesta del salmo responsorial "Tú eres Señor, mi único bien" nos recuerda la elección heroica y decisiva de Francisco, que deja toda riqueza y se casa con la Virgen en la pobreza; se libera de las cargas del mundo para pertenecer entera y sólo a Dios, único bien verdadero.
Y la oración de Jesús, que señalamos al inicio, quiere recordarnos que las verdades divinas no pertenecen a los doctos y sabios de este mundo, sino a los puros y simples que son iluminados por el Espíritu Santo.
Las famosas "flores" de San Francisco son el testimonio más evidente del alto grado de comunión que el santo había alcanzado con Dios, con su prójimo y con la naturaleza que es su espejo. Francisco es cantor de Dios, cantor de su gracia, de las bellezas de la creación porque alcanzó la verdadera libertad interior y supo elevarse con toda su vida hacia lo Alto.
Digno de recuerdo y de celebrarlo con piadosa memoria es lo que hizo Francisco tres años antes de su gloriosa muerte, cerca de Greccio, el día de la natividad de nuestro Señor Jesucristo. La tradición nos dice que le debemos la elaboración del primer pesebre. En este lugar de la Toscana, decidió escenificar por primera vez el Belén. Llegado el tiempo de Navidad y previo permiso del papa Honorio III, Francisco, anhelante de contemplar con sus propios ojos lo que tantas veces imaginó, arregló una gruta en la que se había preparado un buey, una mula y un pesebre con paja. Los campesinos hicieron de pastores, ángeles y Magos, mientras que una joven pareja personificaba a José y María alrededor de un niño.
Una vez más experimentamos el “Gracias” perenne y nos plantea el camino que el Señor muestra a los discípulos para la expansión del Reino: acoger a los débiles como el mismo Cristo, porque en ellos aprendemos a ser mansos y humildes de corazón. Francisco ha dejado un surco fructífero donde, de las flores de la sencillez, de la bondad y de la pureza, siempre florecen nuevas y encantan con su esplendor.
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