DOM XXXI DEL T.O. Este es para todos


En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». La respuesta a esta pregunta era obvia para todos: observar el descanso del sábado, considerado el más grande porque en el séptimo día, Dios también descansó. Pero si Jesús hubiera respondido así, la siguiente pregunta habría sido: "¿Por qué no la observas? ¿Por qué actúas en sábado?" Y habría comenzado una de esas discusiones inútiles, como se hacen muchas. Jesús no cae en la trampa. Responde citando ese texto de Moisés, que escuchamos en la primera lectura. 

Pero, preguntémonos: "¿qué es un mandamiento?", pues es un consejo, una luz, un faro que me indica el camino, sobre todo en los momentos difíciles.

Jesús acentuó: lo primero es: "Escucha…” Escuchar en el lenguaje bíblico significa prestar atención, acoger y poner en práctica lo que se me ha dicho, darle importancia.

"¡Escucha, Israel! El Señor nuestro Dios es el único Señor; amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tus fuerzas". Amar a Dios con todo tu ser... ¿pero cómo se hace? ¿con largas oraciones? Jesús para orar nos da el "Padre nuestro". La respuesta nos la da el segundo mandamiento.

El segundo es este: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay mandamientos más grandes que estos». Jesús habla de ello como si fuera un todo con el primero, y de hecho lo es. Pongamos un ejemplo: Puedo invitar a una persona a cenar diciéndole: "¿Vienes solo porque no soporto a tu mujer y a tus hijos?". La señal de que amo a Dios la veo desde lo mucho que puedo amar a sus criaturas, sin exclusión. Personalmente, debo decir que la primera consecuencia de haber descubierto la existencia y la presencia de Dios en mi vida, fue la de empezar a darme cuenta de su presencia en los demás y de lo importantes que deben ser para mí. De ahí la necesidad de aprender a amarlos a todos, sin rechazar y sin juzgar nunca a nadie... (pero qué difícil).

El escriba le dijo: “Has dicho bien, Maestro; la verdad, Él es único y no hay otros fuera, amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con toda la fuerza y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Los holocaustos y los sacrificios corresponden a la religiosidad del antiguo testamento, pero aún hoy hay quienes son esclavos del legalismo, tanto es así que algunos piensan que la benevolencia de Dios debe ser merecida, lo que corresponde a un pago con sacrificios y ofrendas. Amar a Dios y a sus criaturas, porque me siento amado por Él, es muy diferente a amar para ganarme o merecer su amor. Es sentirme amado por Dios lo que me genera el deseo de amar, y no al revés.

Al ver que había respondido sabiamente, Jesús le dijo: “No estás lejos del reino de Dios”. Y ya nadie tuvo el valor de interrogarlo. 

¿Quién nos podrá librar de esa increíble pereza para amar con generosidad y de ese egoísmo que anida en el fondo de nuestro ser? 

El amor no se improvisa, ni se inventa, ni se fabrica de cualquier manera. El amor se acoge, se aprende y se contagia. Una mayor atención al amor de Dios revelado en Jesús, una escucha más honda del evangelio y una apertura mayor a su Espíritu pueden hacer brotar poco a poco de nuestro ser posibilidades de amor que hoy ni sospechamos.

Bendecido domingo.

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