DOM XXIX DEL T.O. Bájate y sumérgete.




El evangelio de este domingo nos invita a reflexionar sobre otro aspecto fundamental de la vida. Después de haber abordado los temas del matrimonio y la riqueza, hoy hablamos del poder.

 

El contexto es particularmente significativo: tres veces Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección. Sin embargo, cada vez, los discípulos reaccionan con incomprensión, adoptando actitudes que contrastan profundamente con el mensaje que Jesús intenta transmitir. En este sentido es representativo el episodio de la petición de Santiago y Juan, narrado en el evangelio de hoy.


El grupo subía a Jerusalén. "Jesús iba delante de ellos y ellos estaban desconcertados; los que le seguían tenían miedo". Por tercera vez, Jesús anuncia, con más detalles, lo que está por sucederle. Pero, mientras Jesús habla de sufrimiento y muerte, Santiago y Juan piensan en la gloria y piden sentarse, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús les responde: "¡No sabéis lo que pedís!". 

 

Los demás discípulos, al oír esto, se indignan contra los dos hermanos. En ese momento, Jesús los llama y, con paciencia, vuelve nuevamente a hablarles sobre el valor del verdadero poder: "El que quiera hacerse grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, que sea esclavo de todos”. Él mismo lo hizo, no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”. Jesús revela un nuevo e impactante rostro y nombre de Dios: ¡el Siervo! El que se despojará y se arrodillará ante cada uno de nosotros para lavarnos los pies.

Para nosotros, ¡todos somos hijos de Zebedeo! En cada uno de nosotros hay un deseo de superación, sed de poder, arribismo en la sociedad, visibilidad en la Iglesia ¿quién es inmune a ello? El Señor no nos pide ocupar el último lugar en absoluto -ese lugar se lo ha reservado-, sino que asumamos un papel de servicio, en la familia, en el trabajo o en la Iglesia, con humildad y generosidad, sin pretensiones. En ocasiones, esta elección nos llevará a ser "crucificados" también, pero en esos momentos comenzaremos a saber cuál es "la anchura, la longitud, la altura y la profundidad... del amor de Cristo" (Efesios 3 ,18-19).

 

Cada palabra de Jesús nos presenta una opción; como dijo el Papa Francisco: "Nos enfrentamos a dos lógicas opuestas: los discípulos quieren emerger, Jesús quiere sumergirse". A la lógica mundana Jesús contrasta  a los discípulos: “en lugar de elevarse por encima de los demás, baja del pedestal para servirles; en lugar de emerger por encima de los demás, sumergirse sirviendo". Estamos llamados a descender y sumergirnos en la vida del mundo, en situaciones de injusticia, sufrimiento y pobreza. Si la sociedad se aleja de Dios, nuestra misión es salir e ir hacia las "encrucijadas" para llevar a todos la invitación del Reino, como nos recuerda el Papa en el mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones que se celebra hoy.

 

Estamos trabajando el Sínodo como Iglesia, comunidad cristiana, donde intentamos caminar juntos, escucharnos unos a otros, ser partícipes y activos en la vida de la comunidad cristiana. No se trata tanto de decir a los demás lo que deben hacer, sino que cada uno puede y debe preguntarse y decir qué quiere hacer en la obra de la misión de la Iglesia para el bien de los hombres, cercanos y lejanos. 

 

No olvidemos que el mensaje central en este encuentro sinodal, y en toda la Iglesia es saber que estamos para no ser servidos, sino servir; para poner todo de nuestra parte, de manera activa, responsable, serena y alegre, para que el amor de Dios llegue a muchos hermanos.

 

Démonos unos minutos para interiorizar la Palabra y agradecer que el Señor nos ilumina en nuestro camino de conversión permanente.

 

Bendecido domingo 

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