Dom XXVI del T.O. Dios incluye lo que el hombre excluye
Los textos que nos propone la liturgia de este XXVI domingo del Tiempo Ordinario nos revelan a un Dios generoso, un Dios que no discrimina ni excluye, sino que derrama su gracia y su Espíritu sobre todos, sin distinción.
En su reciente viaje a Asia, el papa Francisco volvió a pronunciarse sobre el pluralismo religioso, como lo ha hecho muchas otras veces, suscitando reacciones en diferentes ámbitos de la Iglesia y de la sociedad. Algunos movimientos conservadores sostienen que la apertura del Papa hacia otras religiones podría diluir la importancia del cristianismo, expresando una clara oposición a sus perspectivas sobre el diálogo interreligioso y la pluralidad religiosa.
Uno de los principales temas de controversia se refiere a la idea de que todas las religiones pueden verse como "lenguajes" que conducen a Dios, ya que hay un solo Dios y las diferentes religiones ofrecen diferentes caminos para acercarse a Él. Sin embargo, el papa Francisco no pretende afirmar que todas las religiones son iguales o que el cristianismo pierde su centralidad, no. Su mensaje se centra en la importancia de la hermandad universal, el respeto mutuo entre las religiones y la necesidad de construir puentes de diálogo para promover la paz y la justicia en el mundo. Este enfoque está en perfecta armonía con el Concilio Vaticano II, que reconoce la posibilidad de que personas de otras religiones también puedan ser tocadas por la gracia de Dios, manteniendo al mismo tiempo la centralidad del cristianismo en la salvación.
Un gran teólogo, que estudie en el seminario, Karl Rahner, introdujo el concepto de “cristianos anónimos”, ampliando la comprensión tradicional de la salvación cristiana. Rahner reconoce que la gracia de Dios obra no sólo dentro de comunidades explícitamente cristianas, sino también en aquellos que, a pesar de no conocer a Cristo o identificarse formalmente como cristianos, viven de acuerdo con los valores cristianos.
Creemos que la salvación es mediada por la Iglesia, pero Dios puede salvar incluso a aquellos que no son visiblemente miembros de la Iglesia, siempre que vivan según su conciencia y la verdad que han conocido. Estas personas pueden estar misteriosamente unidas a la Iglesia, aunque no sean visiblemente parte de ella, (por eso pedimos en las peticiones, por los que aún no conocen a Cristo…). De esta manera, se “amplia” el concepto de Iglesia, entendida como “cuerpo de Cristo”, del que Cristo es cabeza y toda la humanidad somos miembros.
Desde su nacimiento, ya Pablo lo dijo, en la comunidad eclesial ha habido diferencias de visión. Lo vemos en el evangelio de este domingo, que nos habla del intento de los apóstoles de excluir o prohibir a quienes no pertenecen a su círculo, no son del grupo, actuar. Sin embargo, Jesús inmediatamente los corrige: "No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. Jesús, por tanto, acoge a todos, no discrimina entre "los nuestros" y "los demás". Para Él todos son “nuestros”, todos pertenecen a Cristo, porque todos fueron creados en Cristo Jesús, incluso aquellos que no conocen a Cristo, los "cristianos anónimos" que decimos.
Para nosotros: entonces ¿por qué debería pertenecer a la Iglesia, si puedo salvarme fuera de ella? Si me hago esta pregunta es señal de que no he entendido nada de nada. Sería como si, después de muchos años de convivencia con una persona a la que amamos, esta persona nos dijera: "¿Por qué debería seguir estando contigo, si puedo ser feliz incluso sin ti?". Nuestra respuesta, con profunda decepción, sería: "Después de tantos años, ¿no lo has descubierto?".
El verdadero amor siempre presta mayor atención al hermano y está siempre dispuesto a caminar a su paso, para no excluirlo.
Nos unimos a la jornada de oración por los migrantes y refugiados. Bendecido domingo.
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