Dom XXV del T.O. La pedagogía de lo profundo
Si tuviese que usar una palabra para indicar el hilo conductor de los evangelios de estas últimas semanas seria: pedagogía (arte de enseñar)
En el Evangelio de hace dos domingos vimos a Jesús curando al sordomudo, quien entonces empezó a hablar correctamente. Enseñanza: Sólo después de conocer a Jesús comenzamos a decir algo sensato, salimos de ser simples tartamudos.
En el evangelio del domingo pasado, Jesús preguntó a sus discípulos, (y por tanto también a nosotros), quién decimos que es él. Enseñanza: Sólo después de haber aclarado quién es verdaderamente Jesús para nosotros podremos ir tras Él y tomar la cruz, es decir, podremos volvernos capaces de amar hasta dar la vida. Jesús, como enérgico pedagogo, corrige a Pedro con palabras exaltadas: "apártate de mí Satanás", como también nos corrige a nosotros cada vez que queremos, como Pedro, enseñar a Jesús a ser Dios. Él nos envía de vuelta a nuestro lugar…
También en el Evangelio de este domingo encontramos la refinada acción pedagógica de Jesús que pregunta a sus discípulos: "¿De qué hablabais en el camino?", ellos “se quedaron en silencio”. El Evangelista nos relata que poco antes, cuando Jesús anunció su pasión, los discípulos se quedaron en silencio, porque "no entendían estas palabras y tenían miedo de preguntarle". Probablemente todavía estaban acobardados por la advertencia que el Maestro le había hecho a Pedro llamándolo Satanás (una palabra dolorosa contra cualquier persona, saliendo de la boca del Señor). Entonces Jesús, como verdadero pedagogo, esta vez cambia de estrategia, no se enoja, sino que se sienta con ellos y les explica pacientemente lo que quiere enseñar.
Para nosotros: Jesús también nos pregunta a cada uno de qué hablamos a lo largo del camino de nuestra vida. ¿Cuáles son los temas que ocupan nuestros pensamientos y nuestras conversaciones? La de Jesús es una "Pedagogía de la Profundidad", que cuestiona las cosas fundamentales y verdaderas de la vida. A veces, al igual que los apóstoles, guardamos silencio, porque sabemos que la mayor parte de lo que hablamos durante nuestra vida no se corresponde con lo que Jesús nos dice, de hecho, muchas veces es exactamente lo contrario. Somos como sus discípulos que, después de vivir tres años con él, no aprendieron nada y se encuentran discutiendo sobre quién es el mayor, es decir, quieren asegurar algo concreto, tener prestigio; como nosotros que en las relaciones con los demás siempre queremos ganar algo.
Es difícil negarse a uno mismo y tomar la cruz (es decir, amar hasta dar la vida). Es difícil negar el propio egoísmo que está siempre en lucha con el egoísmo de los demás. Sin embargo, superar el egoísmo es la condición para aprender a amar. Los egoístas no saben amar. Nos volvemos egoístas con la excusa de que en el fondo nadie nos quiere realmente, y por eso intentamos aferrarnos lo máximo posible a lo que podemos, a nuestras pequeñas certezas, a las cosas, a las personas... porque pensamos que ser feliz es tener, poseer, ostentar... En cambio, Jesús dice que la felicidad consiste en dar, soltar, ser libre, “tomar la cruz” y eso es amar hasta dar la vida.
Finalmente, ¿qué debemos hacer? Jesús, el pedagogo nos dice: "Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". Todo lo contrario del egoísmo, que nos expone la carta de Santiago “donde hay celos y espíritu de discordia, hay desorden y toda clase de malas acciones. En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es ante todo pura, pacífica, amable, dócil, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial y sincera”. Ser cristiano, es hacerse cada día con el corazón del Señor; es ser testimonio de sinceridad, amabilidad, buen trato hacia todos, pensar bien y no juzgar, perdonar; darse en silencio no esperando aplausos y reconocimientos; es acoger a Dios y la cruz sin más.
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