Podcast. Dom XXI del T.O. "¡Esta palabra es dura!" ... ¿o es duro nuestro corazón?

 


La dureza es característica de quien no tiene fe, de quien no cree; son aquellos que necesitan convertir su corazón de piedra en un corazón de carne. Este es el caso del evangelio: la Palabra de vida que Jesús da a sus discípulos es "inescuchable" para los judíos “hombres de dura cerviz”. No resuena en los oídos de estos hombres el discurso de Jesús. Pero para que esta cuestión la comprendamos mejor, es necesario volver a la exclamación inicial: "¡esta palabra es dura!".


¿Por qué? ¿Qué hace que la Palabra de salvación sea “dura”?


Es difícil porque no es una palabra que pueda simplemente ser escuchada y luego continuar viviendo el encuentro con Dios como espectadores. Los judíos se sienten estremecidos por el discurso del pan que desciende del cielo para ser comido y que Jesús identifica con su propia carne, del que hay que comer para entrar en la vida divina. Esto significaba para los ellos un cambio radical: ya no basta con una vida aparentemente fiel marcada por ritos y prácticas externas, conocimientos intelectuales y ejercicios moralistas de piedad; mucho menos la garantía de nacer en el seno del pueblo elegido o en una elite de privilegiados… nada se esto salva por sí mismo, ni asegura el Reino de los Cielos.


Hoy nosotros no podemos contentarnos con una experiencia ligada a un culto frío y pasivo, anclado en lo de siempre, alejando el compromiso personal de una conversión seria y una relación auténtica de diálogo y confianza con Cristo. Asumirlo implica responsabilidad, confianza, docilidad constante, transformación, impulso, paciencia. Y ¡esto es difícil! 


Cada actitud aparentemente neutral y distante, cada fisura entre lo vivido y lo celebrado, cada postura interior de superioridad y de juicio - dimensiones todas ellas que se atraen en los hombres y mujeres pseudorreligiosos de todos los tiempos - son definitivamente denunciadas como falsas, hipócritas y por encima de todo ajenas a la misericordia de Dios. 


Por tanto, la palabra es dura.


Ante un misterio tan grande, que fascina y asusta, es difícil permanecer inerte y sólo mirar. O busco poseer, comprender y controlar la exuberancia del amor de Dios, cansándome y rechazándolo como los judíos del pasaje. O elijo el camino de la confianza, de la acogida, de reconocer a Jesús como el verdadero Pan Eterno que da la Vida Verdadera, para que yo también sea pan que alimenta al mundo.



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