Podcast. Dom. XX del T.O. "El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo"
Del pasaje evangélico tomo esta expresión: "El pan que daré es mi carne para la vida del mundo" (Jn 6,51). Esta frase muestra esa compasión íntima que Dios tiene por cada persona.
Lo que se nos presenta, es ese sentimiento profundamente humano con la intención salvadora de Dios para cada hombre, para que pueda alcanzar la vida verdadera.
Por eso en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. El servicio de caridad hacia los demás desciende del misterio eucarístico; por él llego a amar, en Dios y con Dios, incluso a la persona que no me agrada, o que ni siquiera conozco, porque en la comunión favorezco ese encuentro íntimo con el Señor que me permite unirme a Él, y de esta manera estoy invitado a mirar al otro ya no sólo con mis ojos y mis sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo.
Por este motivo, cuando las comunidades cristianas celebran la Eucaristía, deben tomar cada vez más conciencia de que el sacrificio de Cristo es por todos, y por tanto la Eucaristía empuja a cada creyente en Él (Cristo) a convertirse en pan partido para los demás, y a comprometerse por un mundo más justo y fraterno. La vocación de cada uno de nosotros es ser, junto con Jesús, pan partido para la vida del mundo.
Sabemos que la caridad es una descripción de la esencia de Dios, es una dimensión divina que sólo Dios Padre puede vivir en su plenitud; que la caridad está ante nosotros y nos da energías para estar dispuestos a dar razón de nuestra esperanza. La Eucaristía conduce a la caridad de Cristo, que se entregó por nosotros hasta el sacrificio. De la Eucaristía aprendemos a ser misioneros de la caridad, de la justicia, de la paz, porque no es posible partir el único pan sin experimentar luego la caridad común. La Eucaristía tiene también una profunda carga misionera porque nos empuja a desear y acelerar el día en que los discípulos de Cristo, ya unidos en el vínculo de la única fe, puedan disfrutar del compartir gozoso de un banquete en el que todo conflicto será eliminado. La tensión misionera de la Eucaristía empuja también a ser sal y luz para los no creyentes, los indiferentes y los lejanos, para anunciarles que Dios no está ausente del mundo y continúa entregando a su Hijo por ellos; por eso se presenta como "fuente y cumbre de toda evangelización" e impulsa la acción misionera.
Ayúdanos Señor a redescubrir estas dimensiones, la eclesial, la caritativa y misionera, para que lo que adoramos en la fe se transforme en concreción de vida.
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