Podcast. Dom XVI del T.O. Para Jesús, la persona siempre está en el centro, no su actividad o lo que hace.

 



En unos pocos renglones el evangelista Marcos nos ofrece la posibilidad de contemplar la compasión y la ternura de Jesús. 

 

El domingo pasado, si recordamos, los discípulos salen de dos en dos a la misión. En el texto que escuchamos hoy, ellos regresan de la misión; pero también nos dice que hay otro grupo que lo buscaba ansiosamente. 

 

Con los primeros, los discípulos, el maestro se preocupa por ellos y los invita a quedarse con él, a descansar; los invita al silencio para reordenar las palabras dichas y las escuchadas durante la misión. Me fascina la atención paternal de Jesús hacia sus discípulos: no les pide hacer un balance exhaustivo y completo de la actividad que acaba de concluir, sino que los invita al descanso. Para Jesús, la persona siempre está en el centro, no su actividad o lo que hace.

 

Por otro lado, la gente lo busca, estos siguen sus pasos. Jesús no se resiste, no puede escapar dejándolos con sus angustias. La compasión NO es una virtud entre otras en Jesús, es su esencia. El maestro deja descansar en paz a sus discípulos, y se dedica a los que lo buscan. 

 

Al releer lentamente el pasaje del Evangelio, creo que todos necesitamos realmente aprender de Jesús el arte de la compasión y la ternura, aprender a poner a las personas en primer lugar, a transformar nuestra mirada en un abrazo pleno de vida y de gozo por cada hombre y cada mujer que encontramos en nuestro camino.

 

Para nosotros: 

Es necesario crear las condiciones para que quienes escuchamos el mensaje cristiano seamos discípulos atentos y solícitos, como afirma Jeremías en la primera lectura. Estas condiciones sólo pueden ser coherencia de vida, ejemplaridad, preocupación por nuestros hermanos (que nos han sido confiados), bondad y transparencia, preocupación y amor desinteresado. También saber advertir, exhortar, aconsejar y acompañar a cada uno. Una persona amable y ejemplar atrae a las personas como las abejas a la miel, y siempre será considerada digna de confianza. 

 

Dios, que reúne a todas las personas para que formen una sola comunidad y ninguno se pierda, nos guíe a todos a movernos como él, a través del testimonio de anunciadores coherentes, espejos de su Palabra, que no se limiten a cumplir, sino que sepan ser modelos para el mundo cuidando de ser ellos mismos los primeros en enamorarse de lo que están llamados a decir a los demás.

 

¿En qué momento de mi ser cristiano estoy, en ser discípulo que descansa en el Señor, o soy de los que lo buscan para aprender de Él?

 

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