Podcast. Dom. XIV del T.O. "No hay peor sordo que el ..."
Me pregunto cómo podría representarse en un cuadro la escena evangélica que nos ofrece la liturgia de este domingo.
No tengo grandes habilidades para dibujar, muy pocas, por cierto, pero tengo una gran imaginación que me ayuda a meterme en la narración… Imagino la alegría de Jesús al regresar a su patria después de haber pasado unos días en una tierra lejana a la que llegó en medio de las dificultades de una tormenta.
Vuelve lleno de entusiasmo porque, en aquellas tierras que podemos definir vírgenes por estar alejadas de la cultura judía hay quienes están abiertos a la novedad del Reino como vimos el domingo anterior. Pero cuando regresa a con los suyos Jesús choca con la incredulidad de estos. Más que estar interesados en conocer bien el mensaje, les preocupa saber quién es el personaje que les habla; en lugar de crecer, las conversaciones rayan en lo bajo, son más de hablar mal. De hecho, se preguntan, ¿cómo puede hablar así el hijo de un carpintero? ¿Quiénes son los miembros de la familia? es la pregunta que circula.
No hay peor sordo que el que no quiere oír- es una expresión típica de nuestros mayores y que ciertamente encaja perfectamente con el pasaje evangélico de hoy.
Por tanto, podríamos ver la segunda pieza de nuestro cuadro en gris. No está oscuro porque Jesús, a pesar de todo, logra realizar algunos milagros «sólo impuso sus manos sobre algunos enfermos y los sanó», la curación todavía se hace, aunque sea para unos pocos, aunque sea para uno solo. Sucede que, ante la verdad, corremos el riesgo de tapar los oídos con motivaciones estúpidas. Pensadlo, cuando Esteban fue apedreado, los asesinos no quisieron escucharlo; los habitantes de Galilea no quieren escuchar a Jesús, ni escuchar el mensaje de salvación.
La mayoría hemos pasado por la misma prueba que Jesús vivió. De hecho, también nosotros nos habremos encontrado con malentendidos cuando hablábamos de las razones de nuestra fe en nuestro entorno familiar, laboral o de amistad. Son pruebas que Dios nos pone como leemos en la carta de San Pablo para probarnos en la fidelidad de nuestra tarea. Pero el Plan de Dios debe seguir adelante a pesar de todo y Jesús sigue su ministerio en los pueblos cercanos.
La pintura podría continuar luego con los colores vivos del anuncio… y al respecto, también a nosotros nos pueden surgir algunas preguntas: ¿Estamos fascinados por el mensaje del Evangelio o lo dejamos deslizarse y desvanecerse en nuestros juicios? ¿Vivimos del chisme o nos dejamos atrapar por la profundidad del anuncio? A pesar de las dificultades, ¿somos capaces de seguir y comunicar el Evangelio? Preguntas que requieren respuestas sinceras para fortalecernos ante las pruebas que conlleva la experiencia de la fe.
Una misión que parece un fracaso, se convierte en una feliz difusión. Que nuestro propósito sea hoy mantenernos en la fe haciendo del anuncio parte integral de nuestra vida. El Señor está con nosotros y ahora en la eucaristía nos nutrirá con su cuerpo para fortalecer nuestra vida espiritual.
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