Podcast Dom. XIII del T.O. Jesús y las mujeres

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DOM XIII JESÚS Y LAS MUJERES

 

Dos milagros componen esta larga historia, elaborada por Marcos mediante un procedimiento llamado entrelazamiento. Estas son dos mujeres: una niña de doce años que, mientras se prepara para convertirse en mujer, se ve bloqueada por una enfermedad mortal. Y una mujer que, desde hace doce años, a causa de una pérdida de sangre incurable, ha quedado impura ante la Ley y es portadora de impureza. En la sociedad de la época, las mujeres eran consideradas menores e impuras, pero Jesús demuestra que no comparte estos prejuicios... de hecho, precisamente al realizar los dos milagros, valora en su totalidad a la mujer. 

 

Dos signos llaman la atención. El número 12 y la reacción de Jesús.

 

El número doce en la literatura judeocristiana tiene un significado especial: expresa comunidad. La situación de las dos mujeres, nos deja ver lo importante que es salir en pro del necesitado, no sabemos quién, ni cuando alguien necesita de nuestro auxilio. Y como Iglesia debemos hacer lo mismo que Jesús: dignificar, dar vida ofrecernos a quienes lo requieran en nuestra comunidad.

 

El segundo signo es la reacción de Jesús. Es importante resaltar lo hermoso del gesto de Jesús que, con su mano, toma la mano de la niña. Cuando alguien está en sus últimos momentos, casi que instintivamente, muchas veces lo que hacemos es tomarle y ayudarle a atravesar con firmeza el paso de la muerte. O también, ante situaciones difíciles de la vida, experimentar una mano amiga, ante la angustia o la desilusión, sosiega, da fortaleza.

 

Si ya la frágil mano del hombre puede realizar algo maravilloso gracias a la ternura con que la tiende, ¿qué debemos sentir si es la mano de Jesús, que es la mano misma de Dios?

 

De hecho, al entrar en contacto tanto con la niña como con la mujer, Jesús se compromete y, a pesar de conocer la Ley que declaraba la sangre y los muertos como fuente de impureza, decide no someterse.

 

Ese gesto de la mano de Jesús dice más que muchas leyes. Hay que imaginar a Dios en el acto de tender siempre la mano para dar la vida. Pero hay otro detalle de la historia que revela la ternura de Jesús. ¿Qué le preocupa a Jesús cuando la niña vuelve a vivir? No tanto que se supiera el milagro (de hecho, recomienda insistentemente que no se sepa), sino que la pequeña inmediatamente coma algo. 

 

La vida es ya difícil que Jesús no quiere quitarnos ni una partícula de alegría, de belleza, de amistad, de convivencia. Esta vez hay un motivo particular: la pequeña debe olvidar su enfermedad y encontrar nuevamente la felicidad perdida.

 

Aunque nos resulte extraño, el relato evangélico nos está hablando de la muerte. Cuando se escribe el evangelio Jesús hacía décadas había pasado de la muerte a la resurrección. La comunidad cristiana creía firmemente esto y estaba dispuesta a dar su vida por ello. Es así como el escritor sagrado busca fortalecer la fe de los cristianos de todos los tiempos; la confianza puesta por la mujer en Jesús así sea de lejos, y por el padre de la niña fallecida, las “resucita” para la vida en plenitud.

 

Para muchos cristianos hoy la fe se ha vuelto incierta, lejana, extraña. Se olvida la acción de Cristo en nosotros y, por tanto, también el alivio de nuestra enfermedad, corporal o espiritual. 

 

Sea hoy motivo para dar gracias por el Señor, que nos llama a la sanación y nos toma con su mano en los momentos de mayor dolor, para decirnos “Yo estoy aquí, ten fe”. Como la mujer mayor, lancémonos sobre su manto y acojámosle. 


 

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