Podcast. Dom X del T.O.

HOMILIA DOMINGO X DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Terminado el Tiempo Pascual, después de la celebración de las solemnidades del La Trinidad y el Corpus, volvemos, con este domingo, al Tiempo Ordinario, caracterizado por el color verde que nos acompañará hasta finales de noviembre.

Las lecturas de hoy nos proponen dos reflexiones, una es la del pecado (primera lectura y evangelio), la otra la de la misericordia de Dios (salmo y segunda lectura).

En el pasaje de Génesis encontramos el relato del llamado pecado original, que también podríamos definir como la fragilidad del ser humano de entrar en el proyecto de Dios. Los personajes de la historia, que intentan descargar su culpa en los demás y en Dios mismo, nos evidencian que ante el pecado nos sentimos desnudos, indefensos, descubiertos. El de Adán y Eva es el pecado que nos acompaña en nuestra vida: la soberbia, la autosuficiencia, el orgullo.

Pero Dios no es indiferente, nos conoce bien y sabe cómo somos, por ello el Salmista nos recuerda que “Del Señor viene la misericordia, la redención abundante”.

San Pablo en su carta a los Corintios, nos recuerda que Jesús nos da fuerza en la fragilidad y en los momentos difíciles. Pablo habla del desánimo que sentimos en la difícil relación entre decir y hacer, e indica el camino, que es no dejarse engañar por las seducciones del pecado, sino, superar las cosas “visibles” que nos provocan tribulaciones, y apuntar siempre a las cosas invisibles, es decir, a la fe en Cristo, el misericordioso, que sale en nuestra ayuda.

En el evangelio, Marcos nos presenta a un Jesús en apuros, acusado de ser poseído por Belcebú. Los escribas, cegados en su oposición hacia Jesús, difunden el rumor de tener poder sobre los demonios porque él es sumiso a Belcebú. Ante tales comentarios, el Señor enseña a sus discípulos la importancia de la comunión: el Reino que él ha venido a establecer en la tierra, no vacilará si permanecen unidos. 

Aprovechemos esta situación que nos presenta el evangelio de Marcos, para examinar nuestra actitud de juicio ante las acciones de los demás, y ante las iniciativas y obras de la Iglesia. 

Los juicios inútiles, las dudas sin motivo o los comentarios negativos sobre las intenciones de quienes están comprometidos con la misión eclesial, rompen la comunión. Por el contrario, un gran amor por la unidad, en la diversidad y diferencias que se encuentran en el pueblo de Dios, sabe pasar por encima de cualquier ataque del mal. Si realmente nos orientamos hacia la santidad, andando en el camino que Dios establece para cada uno de nosotros, debemos dejar evidencias de fidelidad y apoyo al proyecto del Señor. Y, si vemos defectos y fallas en los otros, en la Iglesia, nuestra actitud debe ser de comprensión, de misericordia, de acogida y corrección tratando de ayudar porque soy parte de este cuerpo.

Por lo tanto, necesitamos una gran rectitud y humildad, para evitar la posición de aquellos que -como los que acusan al Señor de ser poseído por un espíritu inmundo- interpretan mal la obra de los seguidores de Jesús, y se niegan a reconocer la acción de Dios. 

Para nuestra reflexión ¿cómo experimento a Dios en mi vida? lejano, cercano, ¿me es indiferente?, ¿Creo verdaderamente que el Espíritu Santo es fuerza para mi vida?

En un par de minutos pidamos al Señor que nos ayude a interiorizar esta reflexión, que ilumine la palabra que debemos llevar a nuestra casa, a nuestra vida, y que ahora satisfechos con la escucha de su Palabra, nos unamos a su banquete con el deseo de recibirle y compartirle en la eucaristía. 

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