Podcast. Dom III de Pascua (B). Sin misión, no vale la buena noticia

 


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¡Jesús, en este tercer domingo de Pascua, no deja de sorprendernos! Ante sus discípulos incrédulos y desconcertados muestra sus manos y pies y los invita a mirar y contemplar las llagas de la Cruz. Para convencerles habría podido realizar un milagro asombroso o crear un signo inequívoco de su glorioso poder, pero el Resucitado los invita a mirar los signos de la pasión.

 

El evangelista Lucas subraya con fuerza la inseparabilidad de la cruz y la resurrección, porque precisamente en este contexto se revela el corazón del anuncio pascual. La "buena noticia", en efecto, no es simplemente que un muerto haya vuelto a la vida, sino que el Hijo de Dios, que en la Cruz entregó toda su vida por amor, ha vencido a la muerte. La vida que resucita es la vida dada por amor.

 

Pero, junto a la pasión y la resurrección, el Evangelio introduce un tercer elemento fundamental: la misión. El Resucitado, abriendo la mente de los discípulos a la comprensión de las Escrituras, dice: "Cristo sufrirá y resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará a todos los pueblos la conversión y el perdón de los pecados". 

 

La misión es parte integrante del acontecimiento de salvación y de la naturaleza misma de la Iglesia naciente. Sin el anuncio universal de la conversión y del perdón de los pecados, la muerte y resurrección de Jesús quedarían incompletas.

 

Si en nuestra vida diaria sabemos ver el rostro de la pasión, si compartimos los sufrimientos, las alegrías, los problemas con nuestros hermanos, si nuestro gozo es el anuncio, y la mesa eucarística, entonces Cristo resucitado reinará.



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