Podcast. Domingo de Resurrección. El anuncio de la Pascua comienza con una carrera.


El anuncio de la Pascua comienza con una carrera

 

María Magdalena corre y cuenta lo que ha sucedido en el sepulcro del Señor a Simón y a Juan, y juntos corren de prisa al sepulcro.


Pero ¿por qué todo el mundo corre en la mañana de Pascua? Porque todo lo relacionado con Jesús merece la prontitud. ¡La Pascua nos invita a despertarnos, a correr, a despertar nuestra fe!


Si tuviera la oportunidad de preguntar: “¿qué es la Resurrección?”, Estoy seguro que muchos me responderían: “alguien que ha muerto y vuelve a vivir”. Y ¡no! la resurrección no es eso.


¡La resurrección se refiere a los vivos! Dios nos ha hecho una llamado a la vida tan grande capaz de superar la muerte. La vida eterna no es un premio que tendrá quien se haya portado bien sino una “forma de vivir” ya en el presente. San Pablo dirá: “Ya no soy yo el que vive, es Cristo el que vive en mí”.


La resurrección se refiere a los vivos, y menos mal, porque si sólo se trata de los muertos, ¿qué sería de nosotros? 


Si celebramos hoy, es porque todo empezó a partir de esa carrera.  

- Es la carrera de María Magdalena que corre porque tiene que ir a contar lo que ha visto a los seguidores del Maestro.


- Es la carrera de vuelta de Pedro y Juan, desde la casa donde están hasta el sepulcro. Los imagino corriendo bajo el peso del miedo, de la decepción, del remordimiento; es lógico pensarlo, si la última vez que estuvieron con el Señor todo fue perturbador. Pedro, unos días antes, había dicho que daría su vida por Él, pero la pregunta de una simple mujer fue suficiente para echarse para atrás. Tres veces tuvo que admitir que no conocía al maestro, y tal vez dijo la verdad… no lo conocía en realidad.


Junto a Pedro corre Juan, el discípulo amado, el discípulo que inclinó la cabeza sobre el corazón del Señor en la cena. Él llega antes que Pedro, pero lo deja entrar primero.


Este episodio nos regala una hermosa imagen de la Iglesia: La fe en el Resucitado es una experiencia que se realiza en comunidad, nunca solos. Una carrera en la que, si alguien llega primero, espera al otro. 


Juan entró y vio las sábanas colocadas allí y creyó. Él tiene la inteligencia del corazón.  Mientras que Pedro, que había entrado antes, vio, pero no creyó. Juan cree, porque estos signos sólo hablan a un corazón que sabe leerlos. Él es el discípulo amado precisamente porque dio la primacía al amor, no a las razones.


La resurrección supone dar un paso en la fe, en el amor. Para creer no hace falta un signo irrefutable, basta con mirar con el corazón lo que tenemos delante de nuestros ojos; creer no significa entender, sino saber que, incluso en lo que no se entiende, hay un propósito. ¡Jesús no explicó el dolor, no explicó la cruz, resucitó! 


El primer signo Pascual es un cuerpo ausente, un sepulcro vacío. En muchos, estoy seguro, ha surgido esta pregunta ¿cómo Cristo ha resucitado? Pues Dios lo resucitó para que quedara claro que el amor es más fuerte que la muerte, que una vida como la de Jesús de Nazaret no podía perderse. Una vida hecha sobre el amor, no puede conocer la muerte 

 

No es casualidad que, en la mañana de Pascua, los que habían experimentado el amor de Jesús fueran a la tumba: las mujeres, la Magdalena, el discípulo amado. Serán ellos, los que se habían sentido amados, quienes primero entenderán que el amor vence a la muerte.

 

¿Y ahora qué? Ahora tendremos cincuenta días para aumentar nuestra fe.

 

¡Es más fácil acompañar a Jesús en el camino del dolor que en el camino de la alegría porque la alegría, la felicidad es una elección! El dolor lo sufrimos, lo aceptamos. Alegrar, en cambio, tiene que ver con la voluntad. Muchos cristianos aman tanto su dolor, son tan aficionados al sufrimiento que no se dan cuenta de que Jesús ha resucitado.


¡Este es el gran anuncio!


Somos discípulos de un Dios vivo…, y cómo sería de hermoso si esta alegría (al menos un poco...) realmente llenara nuestras liturgias, nuestros encuentros. 


Ha resucitado para los que se sienten abandonados por todos; para los angustiados, para los que han cuidado de su hijo, familiar o amigo enfermo durante años.


Ha resucitado para los que después de meses de vacilaciones han tomado una decisión importante, para los que pasan la Pascua lejos de la familia y para los que ya no tienen familia. Ha resucitado para los que nunca buscan a Dios, y no saben que Jesús está vivo. 


El Señor ha resucitado precisamente para decirnos que, frente a quien decide “amar”, no hay muerte que se mantenga, no hay tumba que se cierre, no hay roca que no se desmonte.


¿La buena noticia de Pascua? Todos estamos aquí, en la tierra, para hacer cosas que merecen no morir. Todo lo que viviremos en el amor no se perderá. Corramos a anunciar lo vivimos.

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