Podcast. V Dom T.O. Él no nos abandona, nos sana y envía.
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En la liturgia del domingo pasado encontrábamos a Jesús predicando y enseñando en la sinagoga. Habla con "autoridad" porque Dios está con él para mostrarnos con este signo, la llegada del Reino.
Hoy la Palabra de Dios, nos presenta la alegría de la misión, cómo Jesús ve y atiende los sufrimientos de los necesitados, y cómo también invita al encuentro con él a través de la oración.
En la primera lectura, Job nos recuerda la precariedad de la existencia humana y del paso del tiempo que nos acerca a la muerte. Dice: "Mis días pasan más rápido que una lanzadera, se desvanecen sin un hilo de esperanza. Recuerda que un soplo es mi vida: mis ojos ya no verán el bien". El gran problema que vemos en Job, es no tener un hilo de esperanza, como si este se hubiera roto para siempre. Además, Dios calla, no le tranquiliza, no le promete nada; Job se hunde en la fatalidad.
Para nosotros, el que cree acepta a Dios tal como es, un Dios que hay que aprender a reconocer en el silencio del corazón; sólo hay que confiar y ya. Esta es la lucha del hombre en todos los tiempos: aceptar a Dios y amarlo desde la fe.
Hoy pareciera que prescindimos de lo que no vemos, de lo que no nos produce bienestar y placer; vivimos sin buscar lo que está en lo profundo de nuestro ser. Nos quedamos en la felicidad momentánea que se transforma fácilmente en amargura, desencanto y desilusión por vivir.
Pero para Pablo este no es el caso; está feliz y orgulloso de haber sido elegido para anunciar el Evangelio; experimenta la alegría de la misión a pesar de las dificultades y los riesgos contra su vida; muy lejos de la visión pesimista de Job.
Cuántos cristianos, en sus diferentes vocaciones, sienten gozo al anunciar el Evangelio incluso con los impedimentos y problemas que conlleva. Por ello, nunca debemos tener miedo de anunciar a Cristo en todo tiempo y en toda situación, porque el anuncio parte del gozo y llega al gozo. Es un círculo de verdadera felicidad espiritual que sólo Dios puede dar a quien habla de Él, y en su nombre se hace "profeta" cada día en todos los lugares donde desempeña su misión.
El evangelio nos presenta un doble aspecto de la vida de Jesús.
Es un hombre sensible al sufrimiento de los demás; cura a todos aquellos que padecen enfermedades de todo tipo; en este caso particular lo vemos en la curación de la suegra de Pedro. Este pasaje nos cuenta cómo Jesús sale también al encuentro de los familiares de sus apóstoles, no excluye a nadie de su proyecto de amor y solidaridad; y hay que señalar que se trata de la suegra de Pedro y no de su madre, con lo cual deducimos su estado de vida; de hecho, es la única curación descrita hacia un familiar de los apóstoles, no hay otras.
El otro aspecto, es ser un ejemplo admirable de oración y comunión con el Padre. Él siente la necesidad de retirarse solo en oración al final de una jornada de compromiso evangelizador y de ayuda humanitaria.
En la oración hay descanso para el alma y quienes no oran, nos recuerda Jesús, nunca podrán saborear la alegría de la comunión con Dios. La oración de Jesús es fuerza para su camino evangelizador.
Trabajemos por ser una Iglesia evangelizadora, comprometida como Jesús en la sanación y la oración, y alegre como Pablo por el gozo del envío a la misión.
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