Podcast, Dom.VI del T.O. ¿Si quieres Señor...?




El domingo pasado Jesús es presentado como modelo de entrega y oración para el apóstol. Quien le sigue con ilusión, como expresa Pablo, experimenta la alegría que produce el saberse escogido por el Señor para la misión, todo lo contrario, a la aflicción de Job. 


Las lecturas hoy tienen otro matiz, ponen el acento en las dificultades que muchas veces tenemos para aceptar a quien es diferente, para acoger a quien hemos encasillado ya sea por cultura o prejuicio personal, como una persona “indeseable”, capaz de contaminarnos. 


El tema, tanto de la primera lectura como del Evangelio es el de la lepra, una enfermedad física que en Israel se catalogó como enfermedad social, de modo que los afectados eran tratados como peligrosos. El texto del antiguo libro del Levítico revela de manera impresionante la dureza de la exclusión. La impureza separaba no sólo de la comunidad, sino también de Dios. De hecho, el texto nos ayuda a entrar en la mentalidad religiosa en la que luego se mueven los personajes del relato evangélico.


El dramatismo de esta situación de marginación del leproso tiene implicaciones no sólo de carácter sanitario y legislativo, sino también religioso, era considerado un pecador público y la enfermedad era un castigo de Dios.


San Pablo nos advierte fraternalmente en la primera carta a los Corintios, que nosotros, en la vida cotidiana, pertenecemos a Cristo y debemos abandonar nuestros propios intereses para buscar los "de muchos para que alcancen la salvación". Por tanto, si queremos convertirnos en "imitadores de Cristo", nuestra actitud no es la de demostrar a nuestros hermanos excluidos la insuficiencia de su vida y de su condición, sino de acogerles, sin juicios, porque eso le corresponde a Dios.


Esto nos hace reflexionar sobre nuestro comportamiento…, cada vez que alejamos a alguien y lo tratamos como al “leproso", cosa que puede suceder dentro de la familia o en nuestra comunidad, demostrando una falta de auténtica acogida y caridad.

En el Evangelio de Marcos, Jesús nos dice que es impensable una ley religiosa que, por respeto a Dios, margine a los hombres más desafortunados. Las verdaderas intenciones de Dios no las encontramos en el texto del Levítico, sino en la acción de Jesús que no tolera estas exclusiones. 


El texto, describe su indignación y enojo ante la escena del leproso suplicante. Con su gesto bondadoso, frente a la mentalidad legalista que prohibía el contacto con los enfermos, Jesús muestra que la voluntad de Dios ya no es una barrera de los puros y los impuros, sino la recuperación de los excluidos. Realiza un gesto prohibido por la ley: "Extendió la mano y tocó al leproso". De esta manera declara caducada la ley, afirmando que la nueva ley es la del amor que relativiza todas las demás. Por ello será considerado un hombre peligroso, y por tanto le condenarán.


Cuando hablamos de Dios sin vincular su nombre a los problemas del sufrimiento y la marginación, corremos el riesgo de tranquilizar nuestra conciencia.  El leproso no tiene nombre, como suele ocurrir en otras curaciones, por lo que podemos ver en él a todo ser humano, incluidos nosotros, necesitados de ser curados profundamente. La división entre “puros e impuros” es una ley humana, ¡pero para Dios no tiene sentido! El leproso no sólo estaba enfermo de la piel, estaba enfermo sobre todo del corazón. ¿Hoy, no serán los enfermos los que siguen marginando y poniendo muros entre las personas?


El texto nos dice que Jesús tuvo compasión; es el verbo que encontramos en la historia del buen samaritano y en la del Padre Misericordioso cuando acoge al hijo pródigo. Es la palabra de Dios que indica ese amor visceral de Dios que nos hace renacer, aceptándonos incondicionalmente por lo que somos: no se enoja, no se indigna, no nos ahuyenta, no nos aleja, no nos excomulga, no nos reprocha, nos ama tal como somos y este amor, libre e inmerecido, nos hace nuevos.


He aquí, pues, la sugerencia que nos deja la Palabra de Dios de hoy: ser como Jesús que no tiene miedo de tocar, empatizar con aquellos a quienes juzgamos o son juzgados "diferentes" o "incómodos", cada uno en su conciencia, piense quién… lo que es seguro es que sin la acogida que rompe barreras humanas, no se pondrá en marcha el plan de amor que Dios tiene para todos. El cuenta con nosotros. 


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