Podcast. Dom II de Cuaresma (B). Trasfigurados para darnos


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Desde el desierto de las tentaciones, la liturgia nos hace dar un salto espiritual al monte de la Transfiguración. Pedro, Santiago y Juan se dejan llevar por Jesús, confían en Él aunque el corazón y la cabeza estén llenos de preguntas, dudas e incertidumbres. Caminan en silencio y no pueden dejar de recordar las palabras del maestro que inesperadamente les anuncia su pasión y muerte. Pero de repente Jesús se transfigura delante de ellos, una nube los envuelve y la voz del Padre desgarra el silencio y revela la verdadera identidad del Maestro: Él es el Hijo amado, al que debe escucharse.

 

Las lecturas de hoy así, se centran en el tema del hijo y el don. El hijo de Abraham, pedido en sacrificio por Dios como testimonio de su fidelidad (primera lectura), el hijo dado como regalo para nuestra santificación (segunda lectura), y el hijo transfigurado por el Padre como enviado para nuestra salvación.

 

El pasaje de Génesis, con el relato del sacrificio de Isaac, nos pone en crisis: acaso nos hemos preguntado alguna vez ¿qué gusto tiene Dios para tentar a este hombre en una acción tan inhumana? Pues el pasaje exige una lectura diferente a la tradicional. La voz de Dios es la voz de la conciencia. Dios no le pide a Abraham que sacrifique a su hijo; es más bien Abraham, que, queriendo imitar a los pueblos vecinos, se pregunta si no debe ofrecer un sacrificio así  considerado mucho más digno de Dios que sus pobres ofrendas. Pero Dios interviene y le hace cambiar proporcionándole él mismo el animal a sacrificar. Más allá del relato y de su realidad “histórica”, este pasaje nos quiere transmitir un mensaje muy preciso: en nuestra vida cotidiana a veces estamos llamados a afrontar tentaciones, o situaciones difíciles a menudo dolorosas… sin embargo, solo la confianza en que Dios está con nosotros porque lo hemos cuidado, nos da la certeza de su acción. 

 

San Pablo, en la segunda lectura, nos confirma que Dios ha donado a su hijo como sello de amor de su voluntad de sanar y no de afligirnos, de liberarnos y no de atarnos a los acontecimientos meramente humanos.

 

En el evangelio, encontramos el relato de la transfiguración. El evangelista Marcos, más que una crónica, quiere describir una experiencia profunda de los tres apóstoles en un intenso momento de oración en el monte, fuera de las distracciones de la vida cotidiana junto a Jesús. De repente Él se transfigura. Es un momento feliz en la vida de Jesús y de estos seguidores porque con este signo sienten la plenitud del amor divino. 

 

Tanto la transfiguración como la declaración del Padre sobre el Hijo no dejan un par de reflexiones: 

 

La Transfiguración es querer estar junto a la luz que ayuda a captar el sentido profundo de las cosas que permanecen ocultas a los superficiales y egocéntricos. Si queremos vivir el evangelio y crecer espiritualmente, tenemos que descubrir el cómo; y la respuesta es la oración. a través de ella nos acercamos a Dios, pero esto exige perseverancia, constancia, donación. el fruto: el espejo de Dios en cada decisión de nuestra vida.  


En el imperativo “¡Escucharlo!” el Padre nos indica que Él, Jesús, es “Camino, Verdad y Vida”, y esta invitación no está dirigida sólo a los tres discípulos que estaban en el Tabor, sino a todos los discípulos de Cristo de todos los tiempos, nosotros. Por lo tanto, es bueno que nos hagamos las preguntas: “¿Dónde habla Jesús hoy? ¿dónde podemos escucharlo? ¿Cómo cristiano, qué tiempo saco para escucharle, sin dudas, sin distracciones con autenticidad?

 

En este tiempo de Cuaresma, en que damos espacio al silencio y a la meditación, escuchemos la voz del Hijo y trabajemos por conocerle mejor en la Palabra; de igual forma dediquemos un minuto mas a la oración, traigamos en ella a tantas personas que sufren, que están enfermas, que pasan por momentos de angustia, por una situación económica difícil, por una problema médico, que están tristes… para que la luz de Cristo suscite corazones misericordiosos que les ayuden y descubran también en estos el rostro de la transfiguración.  


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