Podcast. Dom I de Cuaresma. El amor orienta el camino



La liturgia del domingo pasado nos exponía el problema de la marginación social. Jesús tiene compasión del leproso que se le presenta y le pide que lo purifique. Él altera aquella lógica de entonces, acoge al leproso, lo toca y lo cura, lo reintegra en la vida social, lo hace volver a ser persona.


La liturgia de este domingo da un giro, nos presenta la lucha de Cristo para desenmascarar el mal, que también es la lucha que todo cristiano al afrontar el mal para poder vivir el evangelio. Él se retira en soledad cuarenta días en el desierto y se resiste al tentador. 


En la primera lectura, tomada del libro de Génesis, escuchamos el relato del diluvio. Dios le promete a Noé la salvación para él, para los que estaban con él en el arca, personas y animales, y promete que el diluvio nunca más vendrá a la tierra y que ninguna carne será más destruida por el agua. Este episodio -del diluvio- ha sido interpretado como el bautismo universal, un signo de la alianza de Dios con la tierra que regenera y purifica con el agua.


El estribillo del salmo responsorial, tomado del salmo “Todos los caminos del Señor son amor y fidelidad” nos invita a reconocer que Dios ha puesto tantos caminos, como puede el amor para nuestra renovación. 


En la segunda lectura, tomada de la primera carta de San Pedro, el Apóstol recuerda que tú también has sido purificado con esa agua, pero no para lavar la suciedad del cuerpo, sino como signo de purificación de nuestra alma ante Dios. (Fuimos purificados de una vez y para siempre). 


En el evangelio, San Marcos nos enseña sobre la importancia del esfuerzo y la conversión; describiendo dos situaciones en la vida de Jesús (la permanencia en el desierto y la tentación) nos invita a poner en práctica sus palabras “conviértete y cree en el evangelio”. 


El desierto es el lugar del silencio; bíblicamente, es donde la Palabra de Dios penetra la totalidad del ser. Se hace sentir si el alma le acoge. Al abrir nuestro corazón a Dios, él nos hace capaces de afrontar y superar las pruebas que la vida pone ante nuestros pasos. 


Esta certeza es experimentada por el mismo Jesús: sufriendo libremente la tentación, muestra al hombre que no debe temer ningún mal


De este pasaje surgen algunas ideas:

  • La elección de Jesús de luchar contra la tentación nos confirma que es posible permanecer fiel si lo deseamos y nos esforzamos. 
  • Una segunda consideración es que los talentos, las gracias recibidas como don de Dios (amabilidad, sensibilidad, la bondad, el respeto, el desprendimiento, la caridad…) deben ser continuamente purificadas, y así evitar el egocentrismo. 
  • Finalmente, es ocasión para la conversión, que es creer en sus palabras. Estas, nos están reiterando que cada momento de nuestra existencia es el adecuado para cambiar y dejar aquello que cada uno sabe le hunde y aleja de Dios. 

Comenzamos el tiempo de Cuaresma, tiempo de esfuerzo y conversión, de reflexión sobre aquello que no está tan bien dentro de nosotros (desanimo, desilusión, crítica, envidia, angustia, indiferencia…) todos sabemos lo difícil que es construir lo que hoy somos, lo que nos ha constado huir del mal y acoger el bien con todo incluso con sacrificios.

No perdamos el tiempo. Concedámonos a nosotros mismos y a Dios un par de momentos: a Dios, para que nos ayude a crecer y no dudar de nuestra fe; y a nosotros, para que aprovechemos este alto cuaresmal y regeneremos nuestra vida en el desierto junto a la misericordia de Dios.

Tomémonos unos segundos para poner en silencio ante el altar tantas dificultades y tentaciones ante el Señor que sale a nuestro encuentro. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Podcast Dom V de Cuaresma (B) La ley de la vida

Dom XXV del T.O. La pedagogía de lo profundo