Podcast, Dom II de Adviento "Buenas noticias"




Las lecturas de este domingo nos introducen plenamente en el tiempo de Adviento que estamos viviendo, y ponen en contacto a dos grandes personajes: Isaías y Juan el Bautista el último de los profetas que hace de enlace entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, el de Jesús.

Se puede llamar domingo de consuelo porque nos mueve a no perder la esperanza ante las dificultades. De hecho, todas las lecturas son un mensaje de buenas noticias que responden ante este momento histórico que parece dominado por la decepción. Realmente tenemos un gran deseo de noticias que abran el corazón a la esperanza en un mundo que sólo parece capaz de ofrecer noticias preocupantes.

Isaías escribe en la primera lectura: “Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas noticias… alza con fuerza la voz, alza la voz y no temas”. "La esclavitud de mi pueblo ha terminado; el Señor viene con poder, Él lleva consigo la salvación". Luego afirma “con el poder de la ternura, sostiene a los corderos pequeños en el pecho y atiende solicito a sus madres”. Así es la ternura y la salvación de Dios.

Pero este “mensaje” no siempre consigue entusiasmarnos, a menudo nos deja indiferentes y escépticos. ¿Dónde está el poder del Señor? ¿Dónde está la eficacia de su palabra? En realidad, esperamos noticias mas visibles, más prácticas para cada uno: cómo sobresalir en la vida social, cómo alcanzar el bienestar, cómo sacar mejor partido con los derechos adquiridos, cómo alcanzar el éxito en los negocios, cómo avanzar de categoría, cómo echar adelante los intereses personales …El profeta no tiene programas políticos para convencer, ni recetas dadas por Dios para repartir…, más bien se preocupa por las condiciones morales, espirituales necesarias para una verdadera fraternidad.

Dios no interviene directamente para “poner las cosas en su lugar”, sino que ofrece las orientaciones necesarias a la conciencia de la humanidad, para que sea esta quien intervenga y cambie lo que no va bien. El no llama a alguien a seguirlo para luego deshacerse de éste en el primer problema; nosotros, en cambio, cuando algo va mal, estamos dispuestos a interrumpir la relación, a destruir ese vínculo que habíamos prometido convencidos de haber resuelto así el problema de raíz. 

¡La salvación no consiste en sustituir una creación con defectos por otra perfecta! ¡Sólo hay una creación y esta es la que Dios quiere redimir!

El Salmo 84 también nos habla de un mundo regenerado. Es una oración que parte de escuchar la Palabra y que invita a acogerla, es agradecimiento, súplica, visión futura y profética de la historia del hombre y de su tierra: el Amor, la Justicia, la Verdad y la Paz se encontrarán, se apoyarán y su unión generará una chispa especial que hará que “el Señor dé su bien”, es decir, que el Padre nos dé al Hijo y lo ponga entre nosotros.

En la segunda lectura, el apóstol Pedro nos ofrece la buena noticia de la paciencia de Dios. Pedro quiere decirnos: “Si el Señor expresara con el rigor que deseamos su total rechazo a la injusticia, todos estaríamos abrumados por ella”. Los largos tiempos de Dios son la medida de su paciencia y su confianza en el hombre. El Señor se hace cargo de la debilidad humana, es cierto, pero no acepta su inercia, su desvinculación. A través de un lenguaje apocalíptico Pedro quiere invitarnos a reflexionar sobre las cosas de este mundo, estas están destinadas a pasar, mientras las coas de Dios permanecerán para siempre.

En el Evangelio Marcos, a través de Juan el Bautista, nos ofrece “la buena noticia”, es decir, con la venida de Jesús toma forma la salvación que Dios ofrece al hombre: él es el cumplimiento de las expectativas de los profetas, es decir, el Mesías esperado.

Es en el desierto donde Juan grita y anuncia este mensaje, el lugar marginal y descentralizado, lugar de soledad y silencio, de ascesis y de retiro. Sin embargo, su voz encuentra allí el espacio para hacerse sentir y manifestar su fuerza profética. Lejos de los centros del poder (político y religioso), la palabra recupera su claridad y autenticidad, su fuerza y autoridad, su capacidad de abrir caminos y horizontes, de dar sentido y esperanza. 

Este texto nos invita a prepararnos, a discernir, a convertirnos en auténticos discípulos, a quitar los obstáculos que nos hacen perder de vista la venida del Señor. Marcos nos pide que salgamos del entumecimiento del que corremos el riesgo de dejarnos envolver, del hábito con el que dejamos pasar el “anuncio” más grandioso que jamás haya resonado en la tierra; corremos el riesgo de “creer que creemos”, pero en realidad no somos capaces de vivir la “Buena Nueva” en nuestra vida cotidiana, en los momentos de dificultad que encontramos en la familia, en el trabajo, en las relaciones con los demás.  Juan, con su estilo de sobriedad y autenticidad, nos pide que bajemos al Jordán atravesando el desierto, para recibir un bautismo de conversión como estímulo a un cambio radical que debe ocurrir en nosotros.

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