Podcast, Dom XXXIII del T.O.Talentos. ¿Quién no tiene al menos uno?
Este domingo, penúltimo del año litúrgico, como el anterior y el siguiente, presenta lecturas que invitan a considerar el futuro, y en particular el momento en que cada uno pasaremos de la vida terrena a la vida eterna.
La segunda lectura a los tesalonicenses, responde a la pregunta de cuándo sucederá esto; el apóstol explica: "En cuanto a los tiempos y los momentos, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba; de hecho, sabéis bien que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche", es decir, sin advertir, y deduce que para evitar malas sorpresas hay que estar siempre preparado. Y continúa: "Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como un ladrón: en efecto, todos sois hijos de la luz, hijos del día; nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas."
La noche, la oscuridad, son símbolos del mal; el cristiano es "hijo de la luz" si lleva una vida positiva, estará preparado para el momento en que su vida llegue a su fin. Al respecto, el evangelio de Mateo presenta la parábola de los talentos: al tener que partir, un patrón confía la gestión de sus bienes a sus empleados, cinco talentos a uno, dos a otro y uno a otro. Al regresar, premia a los dos primeros que trabajaron lo suficiente para duplicar el capital, mientras que "despide" al tercero, que se limitó a quedarse con lo recibido, sin rentabilizarlo.
Los talentos eran monedas de gran valor; Jesús los convierte en el símbolo de las innumerables capacidades y posibilidades de bien de las que está dotada cada persona: inteligencia, salud, tiempo disponible, ámbitos de la vida, posesión de bienes materiales, encuentros con otros hombres, etc., y sobre todo la posibilidad inigualable de conocerlo y vivir una relación estable y enriquecedora con Él.
Tenemos, por tanto, muchos talentos, infinitas posibilidades de trabajar positivamente, para nuestro bien y el de aquellos con quienes nos encontramos, y para dar mayor gloria a Dios, que nos hizo a su imagen y semejanza. Dios es el bien supremo: cuanto más hagamos el bien, más nos parecemos a él, revelando así su grandeza, y también la nuestra.
En este contexto, hay dos motivos de arrepentimiento frente a los talentos: cuando tenemos que reconocer que hemos desperdiciado los talentos que se nos han confiado, y cuando -alguien está convencido, o al menos lo declara- cree que no tiene ninguno. En verdad, nadie carece de talentos: la parábola implica que a todos se les confía al menos uno. Nadie carece de talentos; por el mero hecho de existir toda criatura es un valor; declararse incapaz de esto, es a veces una excusa para la pereza.
En realidad, ¡cuántos talentos se pueden encontrar incluso allí donde la opinión actual no suele reconocerlos! Tomemos como ejemplo a las amas de casa: hasta no hace mucho se las consideraba casi inútiles; sólo hace unas décadas se ha comprendido que un ama de casa está dotada de habilidades multifacéticas: trabaja con las manos, lleva cuentas, ayuda a sus hijos con los deberes, gestiona compras y gastos, y también encuentra tiempo para cultivar amistades e intereses culturales y prestar una mano a los demás.
Durante mucho tiempo no se entendió cuán versátil puede ser una mujer; sin embargo, ya lo reconocían antes de Cristo. La primera lectura de hoy de los Proverbios se compone del retrato vivaz de una mujer sabia, trabajadora y temerosa de Dios. Dice: "Su valor es muy superior a las perlas. confía el corazón de su marido y no le faltará beneficio; le da felicidad y no tristeza todos los días de su vida. Se procura lana y lino y los trabaja de buena gana con sus manos; extiende su mano hacia la rueca y sus dedos sostienen el huso. Abre sus palmas a los pobres, extiende su mano a los pobres. El encanto es ilusorio y la belleza pasajera, pero la mujer que teme a Dios es digna de alabanza".
Lo queramos o no, lo creamos o no, nuestra vida no termina aquí: para todos habrá un "después", y ese “después” dependerá de cómo vivimos el “antes” y cómo usamos nuestros talentos. Todo se juega aquí y ahora. No habrá una segunda vida para empezar de nuevo. Una vez que esto termine, ¡nadie volverá! ¡Nunca volveremos al principio!
Mas el fin no será el final en absoluto, sino la entrada en su Reino.
Feliz y bendecido domingo.
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