Podcast. Dom. XXXII del T.O. ¿Estoy preparado?


Los últimos domingos del año litúrgico tienen como tema común la vigilancia, es decir la necesidad de estar preparados para encontrase con Aquel que es la meta del camino de nuestra vida. 

La lectura del pasaje de Mateo, propuesta para este domingo, nos plantea de inmediato, una pregunta clave: ¿consideramos, en la comunidad eclesial a la que pertenecemos, un anhelo por la santidad? ¿reconocemos el valor de la vigilancia en nuestra vida para lograr ser santos? Pues en el evangelio de hoy, conocido como el de las diez vírgenes, hay criterios sobre la importancia de estar vigilantes, que nos ayudan a reconocer el auténtico camino hacia la santidad.

Vamos a plantearnos tres:

Uno. No nos hace falta ser sociólogos para reconocer en los rostros de los jóvenes y de muchos adultos que tenemos en nuestras actividades pastorales un “velo” de cansancio, de desilusión, de soñolencia, de aburrimiento… el mismo de las adormecidas vírgenes que esperan al novio demorado. Hay somnolencia en la Iglesia, desencanto e incluso malestar: objetivos no realizados, opciones diluidas que benefician a pocos, y una atención muchas veces prejuiciada por las necesidades de los pobres; un compromiso muy pasivo por la paz; timidez en abordar temas complejos de la vida familiar y de la moral sexual y social; una denuncia sin eco ante el dolor de los desprotegidos… todo esto ha generado una sociedad sumida en una crisis de esperanza… quizá es que dejamos también que nuestro “aceite se acabara”… Leí un artículo hace poco en el que, citando a Mounier, dice que él, inmediatamente después de la II guerra, observando estas mismas actitudes en los cristianos de su tiempo, afirmó con el vigor de su fe, que Dios, cansado del “sueño de su pueblo”, se volvería hacia los gentiles. 

Para afrontar estos desafíos es necesario poner en práctica la virtud suprema de la paciencia, pero una paciencia activa, de quien no quiere todo de inmediato, sino que se compromete a trabajar en profundidad, consciente de que la paciencia supone sufrimiento (la misma etimología de paciencia, del latín “pati”, es compartida con el verbo "sufrir"), por tanto, paciencia para lograr el cambio.

Dos. Hemos perdido, en la Iglesia y en la sociedad, la capacidad de ponernos altos ideales. Nos centramos en valores de bajo perfil, evitando asumir riesgos excesivos. Los criterios que guían nuestra vida se basan la mayoría de veces en el consumismo y el utilitarismo; es como coger el carrito de la compra y salir por los productos de línea. 

No lo vemos, pero estos criterios se extienden a todos los ámbitos de nuestra vida, de nuestra existencia, incluso al espiritual, no en vano los sociólogos hablan del “supermercado de lo religioso”. Todo lo cogemos porque esta listo para nuestro … “Dadnos un poco de vuestro aceite” dicen las vírgenes necias a las prudentes, obteniendo una negativa por ello. Y con razón; cada uno debe prepararse con su propio esfuerzo, con su voluntad inalienable, con su pensamiento y criterio, cada uno debe preguntarse por las motivaciones que mueven su vida y luchar por mantenerlas. 

Tres. Jesús nos dice al final del texto “porque no sabéis el día ni la hora” …  quizá no nos habla del momento en que termina nuestra vida, puede que nos esté alertando de las oportunidades que tenemos para encontrar la buena noticia del evangelio. Para este encuentro no podemos andar con flojedad y desgana, sino laborando en nuestra existencia; no en sueño, sino en vigilia; no en mantener lo hecho, sino en abrir campo para que llegue aquí y ahora el Reino de Dios. 

No hay otra forma para el cristiano que la vigilancia activa. Si cuidamos que todo esté listo, Dios acercará mas su Reino; su alegría proviene de nuestra labor.

El mensaje es claro: superar la tentación de la pasividad y vivir mas en fidelidad vigilante a la historia, por eso es necesario aceptar los desafíos que el mundo nos plantea para repetir cada día, como individuos, como parejas y como familias, nuestro sí a la existencia que redima a la historia de su trágico avance hacia la disolución y la muerte. 


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