Podcast Dom XXVIII del T.O. ¿Cómo respondes a la invitación?
Del otro lado están los invitados: no falta nadie, desde los personajes más ricos de la corte, hasta el último pobre sin un traje de diseño que ponerse para entrar al salón de fiestas. Con excepción de ese vestido especial, en la parábola no se menciona ninguna otra petición más que disfrutar; ni siquiera espera un regalo para los agasajados, ¡todo está pagado!!
¿Quién rechazaría una invitación como ésta? Sin embargo, los primeros invitados, los más cercanos al trono, por su rango social, lo rechazan.
Parece que tampoco los pobres, de última hora, no muestran especial atención al cuidado necesario para presentarse ante el rey... sobre este hecho en particular nos podemos preguntar: ¿cómo pudo esperar el rey que los pobres usaran vestido de fiesta? El pobre mendigo que guardó silencio según el Evangelio; ¿lo hizo porque se sintió culpable?... eso parece. Podemos seguir planteando preguntas a la parábola... pero sería un ejercicio inadecuado.
Para nosotros, la parábola está concebida intencionadamente como un conjunto de paradojas, para provocar la reflexión, para poner en crisis al oyente, para generar la discusión...
El primer aspecto importante lo representan los destinatarios de las palabras de Jesús: no son los que viven fuera, los llamados lejanos... son cristianos convencidos, al menos de palabra. El Señor se dirige a los sacerdotes, a los fieles que van a misa, a los religiosos, a todos aquellos encargados de dar buen ejemplo, que ocupan los primeros lugares, que tienen papeles importantes... Pues bien, son precisamente ellos los que, convencidos de que no tienen nada más que aprender, qué añadir, de qué convertirse, se resisten al Evangelio. La moral religiosa se convierte en una armadura impenetrable ¡ni siquiera por Dios! y no sienten la urgencia del compromiso.
Seguramente nos habrá pasado encontrarnos con personas que se dan golpes de pecho, pero que luego no encuentran ni siquiera un pecado, ni siquiera un peso en su conciencia, por el que valga la pena convertirse.
Otro signo para reflexionar es el traje de fiesta; la vestimenta festiva representa la fidelidad del compromiso cristiano: no basta con pertenecer oficialmente a la Iglesia; el llamado a la fe- y Dios nos ha hecho muchas llamadas, como nos recuerda la propia parábola - no asegura por sí sola la salvación final, no es una garantía "mágica" de la participación en la celebración del Reino, hay que vestirse con el traje del “esfuerzo” por vivir el evangelio.
El final de la parábola se resume en la frase: "Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos"; el secreto para ser elegido, así como para ser llamado, es todavía y siempre la coherencia de la vida con la enseñanza de Cristo. En otras palabras: Misa dominical sí, Rosario sí, obras piadosas sí... Pero, si nuestra identidad cristiana se reduce a un vestido de fiesta, que sólo nos ponemos para ir a la iglesia, y que nos quitamos inmediatamente al llegar a casa... quizás para no ensuciarnos... no seremos dignos del banquete.
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