Podcast - Dom XXIV del T.O. A limpiar el corazón ...


¿Quién de nosotros no ha vivido, o sentido en algún momento rabia, rencor, resentimiento contra alguien, por la razón que fuere…? Son emociones que desgraciadamente, todos conocemos bien. Cuando esto ocurre, la percepción hacia la otra persona suele cambiar completamente; cada actitud es doblemente evaluada, y muchas veces nos cuesta mirarla con ojos positivos, e incluso nos preguntamos cómo pudimos tener una relación …

Alguien describe el rencor como una toxina: una sola gota basta para amargar toda el agua que bebemos. Nos molesta, a tal punto que nuestro rostro se endurece y se cierra, y algunos llegan a somatizar en sí ¿cuántas enfermedades no son consecuencia de la aflicción que queda dentro de nosotros por un sentimiento represado? 

Esta es la realidad que hoy presenta la primera lectura del Sirácida: “El rencor y la ira son cosas horribles y el pecador las lleva dentro”. Mas adelante el mismo autor nos da la solución: el perdón. En el evangelio, Jesús reitera la necesidad del perdón, pero con una novedad: Dios nos enseña a perdonar, porque es el primero que nos perdona. Todas las religiones avalan el perdón, pero solo el mensaje de Jesús pone de primero a Dios. Pablo en su carta a lo romanos enfatiza que la certeza del perdón nos hace vivir y morir para el Señor, es decir nos configura en él, que es todo amor y perdón. 

Perdonar significa entonces amar con certeza, porque implica acoger y aceptar sin condiciones, compadecerse y experimentar empatía hacia el otro. Si Dios no se hubiera compadeció de nuestras limitaciones y si no se hubiera hecho Don para nosotros, no hubiéramos tenido la oportunidad de existir y no hubiéramos podido ganar la salvación. En cambio, en Dios el perdón vence al pecado en nombre del amor. 

Sin embargo, la misericordia de Dios no cae en vano y no deja de tener consecuencias, sino que exige una correspondencia adecuada, que es igual al amor ilimitado del Señor. "Siete" en la Biblia indica perfección, plenitud; Si Jesús invita a Pedro a perdonar "setenta veces siete", quiere decir que el perdón debe ser absolutamente perfecto, sin residuos de resentimiento, ilimitado y continuo. No puede haber demoras ni excepciones cuando perdonamos a alguien, sino que simplemente es donarse al hermano. Dios perdona para que también nosotros nos hagamos "don". 

Antoine de Saint-Exupéry, en El Principito, habla de este niño que visita una serie de planetas muy pequeños, en cada uno de los cuales vive una persona con la que dialoga y de cada uno de los cuales recibe una lección de vida. En uno de estos planetas había semillas de baobab en el suelo, esos gigantescos árboles africanos. Si las semillas de baobab hubieran echado raíces en el planeta, en algún momento habrían penetrado tan profundamente en el suelo que habría sido imposible arrancarlas. De crecer en exceso, habrían terminado por desintegrar el pequeño planeta. La lección que el niño extrae es que cada mañana es necesario limpiar su pequeño planeta para erradicar inmediatamente las semillas de baobab que han comenzado a brotar. Esta enseñanza puede parecer simple, pero con respecto al perdón contiene una gran verdad. El rencor, el resentimiento, los celos deben combatirse de raíz. Si las descuidamos o peor aún, si las alimentamos, se arraigan en nuestro corazón y en cierto momento se vuelven como esas raíces que pueden socavar los cimientos de un edificio.

La palabra de Dios nos ofrece valiosas instrucciones para esta operación de limpieza diaria. Los brotes de ira, resentimiento, rencor que surgen en nuestro corazón deben ser erradicados ante todo por la oración. A veces en las relaciones personales conviene tomar cierta distancia, para evitar que el conflicto empeore o para darle al corazón el tiempo que necesita para encontrar la distancia adecuada y hacer las paces. Pero tenemos el deber de no resignarnos nunca a estos sentimientos, de seguir llamando diariamente a la puerta en oración, de presentar al Señor nuestra incapacidad de perdonar y pedirle la gracia de hacer florecer en nuestros corazones el perdón auténtico. 

En el corazón del “Padre Nuestro” está la súplica: perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Esta oración proporciona higiene en el corazón; nos obliga cada día a pensar en las personas que nos han hecho daño, o con las que tenemos dificultades, y a pedir al Señor la gracia de perdonarlos como él nos pide. 

https://drive.google.com/file/d/1Ye2w-fZBEnlBbKmQ0c_86ZcCM9UUTTdA/view?usp=sharing

Comentarios

Entradas populares de este blog

Podcast Dom V de Cuaresma (B) La ley de la vida

Podcast. Dom I de Cuaresma. El amor orienta el camino

Dom XXV del T.O. La pedagogía de lo profundo