Podcast Dom XXIII del T.O. ¿Quién se atreve?
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En la primera lectura del libro de Ezequiel, esta tarea es destacada por el profeta recordándonos el papel al que todos estamos llamados: cuidar de los miembros de nuestra comunidad. Esto implica una responsabilidad precisa de intervenir y llamar la atención a las personas que son contrarias o se alejan del amor de Dios, para ayudarlas a redescubrirlo; todo ello con respeto a la persona y su libertad…, pero con insistencia, porque quien bien ama, insiste, no por pretensión, sino porque quiere el bien del otro.
¿Cómo avanzar en esta misión?
San Pablo viene en nuestra ayuda cuando nos recuerda que "la caridad no hace daño al prójimo: de hecho, la plenitud de la Ley es caridad". Una actitud de plena empatía unida a un sentimiento sincero de bondad abre el diálogo y acompaña la resolución de conflictos: cuando se ama es imposible hacer daño a alguien. Por eso, también en la corrección es necesario partir del amor y no de hechos personales o vinculados a una fría interpretación de la "ley" que no tiene en cuenta a la persona, y de la acogida misericordiosa, diáfana (como lo veremos el próximo domingo) a través del perdón.
En el pasaje evangélico de Mateo, es necesario ser cuidadosos, y prestar mucha atención, enmarcándolo en el contexto general del mensaje total de Jesús … (El papa Benedicto XVI, la llamó exégesis canónica).
De hecho, este pasaje puede parecernos un procedimiento alejado de nuestra mentalidad…, utópico... Pero detrás de estas palabras hay un fondo especial. Cuando el Señor habla de corrección fraterna quiere recordarnos algunas cosas:
1) el verdadero amor no cierra los ojos ante los defectos, y no mantiene las situaciones y las personas como son, con sus límites y dificultades, sino que los ayuda a crecer.
2) para ser fraternos y no caer al nivel del resentimiento instintivo, la corrección debe estar inspirada por el amor y dispuesta al perdón.
3) la corrección debe ser discreta y paciente, echa a un lado sólo por una respuesta orgullosa que se convierta en rechazo total.
Hoy encontramos comportamientos que ofenden la sensibilidad cristiana de la comunidad como situaciones morales complejas, decisiones externas impuestas a la conciencia de los creyentes (estilos de vida, hábitos sociales, conciencia política, ideologías...) Ante estas situaciones, el Señor no acepta nuestra retirada, que acabaría avivando actitudes que no se ajustan a lo que nos dice el Evangelio. La verdad es que a veces preferimos el silencio, para evitar problemas... "no es asunto nuestro", decimos... Sólo una verdadera comunidad puede ayudar al otro a tomar conciencia de que está lejos de la coherencia evangélica y hacerle sentir el deseo de abrazar plenamente lo que el Señor nos pide.
Aun mas, Jesús nos enseña que culpar no necesariamente borra la condición del hermano; es decir, una falta no basta para romper la hermandad dentro de una comunidad cristiana, y nos invita a recuperar la relación y mantenerla viva. Cuando nos dice que “si nada consigue reconstruir el vínculo, éste es para nosotros como un pagano y un publicano", no nos invita al rechazo y al desprecio, sino que nos pide que se lo confiemos directamente a Él, amigo de los paganos y de los publicanos. que son por quienes vino al mundo.
Jesús es consciente de que lo que nos pidió no es fácil; de hecho, en los siguientes versos habla del perdón y de la oración, es decir, la capacidad de obtener de Dios lo que pedimos con fe, unidos, no individualmente sino en y para la comunidad.
Inmersos en esta realidad de la comunidad (que es la familia, la pareja, los amigos, los compañeros, los vecinos, los hermanos en la iglesia, los ajenos y extraños, o quienes vengan a nuestra mente…) estamos llamados a responsabilizarnos de cada uno en su totalidad, en la vida cotidiana, ayudándole ...
El Señor quiere verdaderas comunidades, formadas por hombres y mujeres que compartan y sean capaces de ayudarse mutuamente a superar sus propias limitaciones, para crecer juntos en la profundización de la fe y en el compromiso de vivirla en el corazón de la vida. Nadie está exento de la tarea de velar por este bien de todos que es el crecimiento de la comunidad.
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