Caminos rectos para encontrar a Dios
Los caminos llenos de curvas y curvas son buenos en la montaña porque al subir en bici o caminando, el esfuerzo es menor; pero si caminas por la llanura, especialmente en el desierto, cuanto más recto sea el camino, menos duro será el esfuerzo. Sin embargo, si al caminar por el desierto se van haciendo curvas y desvíos, resulta ser peligroso, incluso mortal.
Hoy Juan exhorta al pueblo a enderezar los caminos en el desierto de la vida. ¡El reino de los cielos está cerca! Dios ya ha hecho su parte, de hecho lo sigue haciendo y viene a nuestro encuentro; acorta su distancia entre nosotros. El profeta nos sugiere hacer lo mismo con él.
Qué fácil es para nosotros perdernos en caminos torcidos y extraños que nos distraen de este encuentro. A veces buscamos a Dios, cuando nos apetece. A veces nos angustiamos, en medio de preguntas y dudas sin razón. En lugar de dejarnos deslumbrar por el encanto del misterio, preferimos deambular en razonamientos y elucubraciones que en el fondo esconden un sutil temor: el de oír resonar la voz que grita: ¡Convertíos¡
Pensamos que la conversión es una cuestión de comportamiento correcto, de mayores esfuerzos de buenas obras, de escalar con esfuerzo los muros erizados de la moralidad. Está claro que esta perspectiva nos asusta.
Pero ¡el reino de los cielos se ha acercado! y el profeta Isaías nos promete que este reino superará todas nuestras expectativas. Si nos parece difícil pensar en la alegría de la reconciliación entre nosotros, Dios va mucho más allá. En el reino de los cielos, incluso lo que normalmente separa y hace enemigos entre sí, se convierte en puente que conecta y hace caminos de paz.
Un Dios así debe ser conocido. Él nos ofrece una relación total, Él nos promete que podemos conocerlo verdaderamente, y no solo nosotros, sino toda la tierra, toda la creación. En el renuevo de esperanza lleno del Espíritu Santo, toda criatura reconocerá a Aquel que la generó. Conocer es reconocer, con gratitud, la mano del que salimos.
'Enderezad sus caminos', por tanto, vayamos directo al corazón de Dios; en este encuentro renovado en los días de espera, aprenderemos a abandonar lo vano y lo impío. No hay tiempo que perder: Dios clama, con su voz amorosa, que quiere ser conocido. Y el conocimiento de Dios, la plenitud de Él, sanará nuestros corazones, tantas veces despojados de su paz.
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