" No puedes ser mi discípulo…"


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Parece que Jesús quiere desanimar a sus simpatizantes poniendo condiciones que hacen imposible seguirlo ¿Cómo podemos odiar nuestra sangre, nuestros seres queridos? o ¿Por qué llevar una carga de dolor y sacrificio de la que sería preferible deshacerse? ¿De qué nos sirve renunciar a "todos los bienes" si son hechos para hacernos felices? … Ojo amigos, el evangelio nos indica que sin estos pasos preliminares, ser discípulo se convierte en una ilusión, que puede ser aún más engañosa al creer que uno está caminando correctamente por el camino trazado por Jesús.

A veces la necesidad de saber que 'lo estamos haciendo bien' es tan obsesiva que no nos preocupamos si es así; simplemente buscamos a alguien que nos aliente con palabras motivadoras, optimistas, y pensamos que todos los problemas están resueltos. Pero las cosas no son así. Jesús no tiene miedo de 'machacarnos', de despertarnos de la somnolencia de la mente que nos hace permanecer inertes; no tiene miedo de perder la "muchedumbre grande" que le rodea; la lectura nos dice que se "volvió" a hablar al corazón de esas personas, porque es en el corazón que se decide a quién amar y cómo amar.

Todos experimentamos cómo los lazos de sangre son indispensables en cada etapa de la vida... incluso en la actualidad, ordinariamente juzgada como desprovista de valores, los niños en la escuela colocan a la familia en la cima de su 'pirámide de la felicidad'. Sin embargo, Jesús dice claramente que debe haber un "más" de amor  reservado para su persona. De inmediato surge una objeción: cómo puedo amar más a quien no veo, cuando he visto o vi cada día a mi madre dando la vida por mí, a mi esposa o esposo u otras personas no abandonarme en los malos momentos, o a mis hijos que, a pesar de las cosas, han entendido mis esfuerzos como padre o madre?...

Es aquí donde se afina la mirada cristiana de la fe, que nos permite captar lo invisible. Para entender mejor le hice la misma pregunta a una sencilla mujer en el hospital quien cuida de su hijo, ella me respondió que la diferencia es que, tú puedes decirle todo a Dios y hacer todo sin dudar nunca de su amor, mientras que a veces el confiarle cosas a los familiares y amigos provoca cierres y alejamientos. Si es verdad que podemos contarle todo a Dios, es importante que nos dejemos contar todo por él, para que la relación sea verdadera y nos transforme en discípulos  (si eso es lo que queremos)...

Querer ser discípulos de Jesucristo significa haberlo elegido,  y decidir seguirlo, supone tenerle como único punto de referencia para nuestra vida. Lo seguimos porque lo amamos y porque fundamos nuestro proyecto de vida en él, y sólo en él. Y aunque vivamos la infidelidad y caigamos en errores diarios, éstos no quebrarán nuestro seguimiento si sabemos aceptarlos y vivirlos como un límite y por tanto como parte de la cruz que se nos pide llevar cada día. Una cruz hecha de grandes y pequeños sufrimientos y miserias. 

La Iglesia, hoy y siempre, la construyen aquellos que tienen la valentía de confiarse sólo a Dios y seguir a Jesús con total abandono.

Como el rey y el arquitecto, pidamos el espíritu de discernimiento para saber cargar el misterio de nuestra cruz por amor a quien hemos elegido como total amor.


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