¿Cuánto queda de la noche?
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El domingo pasado, escuchábamos la parábola del rico que hacía planes para disfrutar de sus bienes, pero neciamente, porque muere inmediatamente, y Jesús nos invitaba a que nuestra riqueza estuviese mejor delante de Dios. Hoy continúa esa idea: “Preparaos, porque el Señor vendrá a la hora que no imagináis”.
La necesidad de estar atentos a ese encuentro decisivo aparece a menudo en los discursos de Jesús, que en el pasaje de hoy lo desarrolla con la parábola de los siervos que esperan el regreso del amo dispuestos a abrirle aunque tarde en medio de la noche.
Con esta parábola ambientada en la noche, Jesús concibe la vida como una vigilia de espera, que es el preludio del día luminoso de la vida eterna. Para poder acceder a ella, debemos estar preparados, vigilates, en la consoladora perspectiva de que, "más allá", ya no estaremos sirviendo a Dios, sino que Él mismo nos acogerá.
La imagen de la vida terrenal como vigilia nocturna a la espera del día la infica el profeta Isaías, cuando habla del soldado inquieto y anhelante de la luz que pregunta: "¿cuánto queda de la noche?"… En Jesús, sin embargo, la "noche" de la vida terrenal no es un tiempo vacío, durante el cual sólo se puede tratar de resistir el temor de las amenazas y los peligros que trae el mal y el pecado. En cambio, para Él es un tiempo activo, en el que debemos ocuparnos lo mejor que podamos en hacer el bien porque ya nos señala "a quien mucho se le ha dado, mucho se le pedirá".
Esto nos hace recordar la parábola de los talentos de Mateo donde todos, unos más, otros menos, hemos sido dotados de dones, y todos estamos invitados a hacerlos fructificar. Aquellos que piensan que no los tienen, en realidad no se han esforzado por descubrirlos; el que da cabida al egoísmo es porque no los valora.
Es fundamental entonces reconocer el propósito de los dones y talentos recibidos, ya sea la inteligencia, la salud, o el tiempo y los bienes.
Pero el evangelio va mas allá, aunque sean dones, nos advierte sobre nuestro apego a ellos “donde está tu tesoro, allí estará tu corazón”. Se nos presentan dos caminos: construir y mantener nuestra vida desde los limites del tiempo y el espacio presente, centrando la vida en acumular dones y bienes que no sabemos si los disfrutaremos, o, saber administrarlos y usarlos para nuestro bien y el de los que los necesiten (tiempo, inteligencia, manos…). Recordemos que al atardecer de la vida, que no sabemos cuándo, seremos juzgados desde el amor donativo que fuimos capaces de dar.
¿Cuánto queda de nuestra noche?
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