DOM. XVIII del T.O. !Prestad atención¡


El Evangelio de este Domingo nos advierte sobre la avaricia que nos ciega ante el sufrimiento y las necesidades de los demás, Jesús nos presenta la parábola del rico insensato. Este relato nos invita a reflexionar sobre nuestras prioridades en la vida y la manera en que entendemos la verdadera riqueza.

En la historia, un hombre, preocupado por su herencia, se acerca a Jesús pidiendo que intervenga en un conflicto familiar. Ante esto, Jesús responde con una advertencia sobre la codicia y cuenta la parábola de un agricultor que, después de una buena cosecha, decide almacenar sus bienes en grandes graneros, pensando que así podrá descansar y disfrutar de la abundancia. Sin embargo, esa misma noche, Dios le dice: “¡Necio! Esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has preparado, ¿de quién será?”

Este pasaje nos confronta sobre la fragilidad de nuestras certezas y la inevitabilidad de la muerte. Muchas veces, nos aferramos a lo material, pensamos que la acumulación de bienes nos garantiza seguridad y felicidad. Sin embargo, la vida es incierta y, como nos muestra esta parábola, ninguna riqueza terrenal puede asegurarnos el mañana.

Jesús nos invita a reconsiderar qué significa ser verdaderamente rico. No es el número de posesiones o la cantidad de dinero en el banco lo que nos da valor, sino nuestro corazón y nuestras acciones. La riqueza verdadera radica en construir relaciones, en amar, en servir, en ser generosos y solidarios. Preguntémonos: ¿en qué estamos invirtiendo nuestros recursos? ¿Estamos utilizando nuestro tiempo, talentos y tesoros para el bien de los demás y para el avance del Reino de Dios?

La parábola también revela que la acumulación egoísta de bienes no solo es peligrosa, sino que es insensata. Nos aparta de los valores del Reino de Dios, que se fundamentan en el amor y la generosidad. Recordemos siempre que somos administradores de lo que Dios nos ha dado. Nuestras bendiciones no son solo para nuestro beneficio, sino para compartirlas con aquellos que nos rodean.

Así que hoy Jesús nos invita a vivir con una perspectiva renovada. La vida no se mide por la cantidad de cosas que poseemos, sino por cómo usamos nuestras vidas para glorificar a Dios y ayudar a los demás. Se nos recuerda que debemos ser ricos en buenas obras, en amor, en compasión y en servicio.

Al terminar esta celebración, llevemos en nuestros corazones el desafío de vivir, de manera que nuestra vida refleje los valores del Reino. Que podamos aprender a soltar lo que no necesitamos, a compartir con generosidad y a enfocarnos en lo que realmente importa: nuestra relación con Dios y con los demás.

Que el Señor nos dé la sabiduría para elegir ser ricos ante Él y no solo ante los ojos del mundo.


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