DOM. SAN PEDRO Y SAN PABLO APÓSTOLES - ¿Quién soy yo para ti?

 

"¿Quién soy yo para ti?" Jesús nos plantea esta pregunta a cada uno de nosotros hoy. Podríamos dar muchas respuestas; tal vez también, como Pedro, hagamos nuestra profesión de fe: "Tú eres el Cristo. El Hijo de Dios vivo". Pero ¿esta respuesta surge de un encuentro, o de una repetición o de un estudio? Podemos correr el riesgo, entre los muchas palabras, historias y estudios que se nos proponen, de pensar que conocemos a Jesús, como si lo pudiéramos conocer solo porque sabemos alguna noción; pero el encuentro con Jesús es un encuentro vivo y real con una persona, ¡es un acontecimiento que cambia la vida! 

Este domingo celebramos a los santos apóstoles Pedro y Pablo, diferentes entre sí, pero ensalzados juntos como pilares de la Iglesia de Cristo. En el Evangelio, resuena la pregunta crucial de Jesús: "¿Quién dicen que soy yo?". Dirigida a los Doce, incluido Pedro, pero sin duda también resonó repetidamente en el corazón de Pablo. Pedro responde: "Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios", y Jesús replica que esta revelación solo puede venir del Padre.

Podríamos referir también numerosas respuestas de Pablo. Ambos se adhirieron a Cristo, tuvieron una relación con Él; pero esta fe no los libró de caídas y errores. ¿Dónde reside entonces su grandeza? ¿Por qué nos alegramos por estos apóstoles que con su sangre dieron fundamento a la Iglesia de Roma? ¿Por qué nuestro corazón se regocija al contemplar el abrazo con el que la iconografía los retrata? Porque ambos supieron dar a la pregunta de Jesús una respuesta convergente y decisiva, que expresa la profunda verdad de la Iglesia.

Preguntémonos ahora: ¿Hemos tenido este encuentro? ¿Hubo algún momento en el que percibí el paso de Dios en mi vida y decidí seguirlo? "Muéstrame tu rostro", dice un salmo. Tener fe, y por lo tanto vivir y profundizar la relación con Jesús, es sin duda un camino que dura toda la vida, como Pedro o Pablo. 

Decir que hemos tenido un primer encuentro (sin la presunción de decir ya "Lo conozco"), es saber que nuestro horizonte se ha ampliado y hay una nueva dirección en nuestra vida. Por lo tanto, podemos responder: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Es evidente que esta profesión de fe necesita ser aclarada, iluminada. De hecho, a menudo creamos un Jesús a nuestra imagen y semejanza. A veces pensamos que Jesús debe protegernos de toda situación difícil, que todo debe ir según nuestros pensamientos. Pero caminar con Él, vivir en su gracia, no nos ayuda a no tener problemas, sino a tener la fuerza para afrontarlos; y, ciertamente, afrontar las dificultades de la vida con Él o sin Él no es lo mismo.

Recordemos estas palabras del papa Francisco:  "La pregunta a Pedro —¿Quién soy yo para ti?— solo se entiende a lo largo de un largo camino. Un camino de gracia y de pecado. Es el camino del discípulo. De hecho, Jesús no les dijo a Pedro y a sus apóstoles: «¡Conóceme!». Les dijo: «¡Sígueme!». Es precisamente este seguimiento lo que nos permite conocer a Jesús... Lo conocemos en el encuentro diario con nuestras victorias y nuestras debilidades. Es precisamente a través de estos encuentros que nos acercamos a él y lo conocemos más profundamente. Porque en estos encuentros cotidianos tenemos lo que San Pablo llama el sentido de Cristo, la hermenéutica para juzgar todas las cosas. Así que sigamos a Jesús con nuestras virtudes y también con nuestros pecados. ¡Pero siempre sigamos a Jesús!".

Pidamos, pues, su gracia y con fuerza elevemos nuestra súplica: "Señor, muéstrame tu rostro", seguros de que, en nuestra búsqueda sincera, el Señor no nos ocultará su rostro.

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