III Dom de Pascua - Señor, Tú sabes que te amo...
Primero: desconfianza . Pedro dijo a los demás: "Voy a pescar". Nada de extraño, él era pescador, solo que Pedro había abandonado todo para seguir a Jesús en las orillas de aquel lago. Ahora, sin embargo, regresa y arrastra a los demás consigo: "Vamos a pescar". Pero «aquella noche no pescaron nada». Como bien decía el Papa Francisco: «También a nosotros nos puede suceder, por cansancio, por desilusión, quizás por pereza, olvidarnos del Señor y descuidar las grandes decisiones que hemos tomado, para conformarnos con otra cosa. Por ejemplo, los que no pasan tiempo hablando como familia y prefieren pasatiempos personales; nos olvidamos de la oración, quedándonos atrapados en nuestras propias necesidades; se descuida la caridad, con el pretexto de las emergencias cotidianas. Pero, al hacerlo, uno se encuentra decepcionado: fue precisamente la decepción que tuvo Pedro, con las redes vacías; es un camino que te lleva hacia atrás y no te satisface.
Segundo punto: el encuentro. Jesús va al encuentro de los apóstoles y los llama con ternura: «hijos». Luego los invita a volver a echar las redes por el buen camino, con valentía. Es decir: cuando las redes están vacías, cuando experimentamos aridez y dificultad en la vida, no es momento de rendirse, de compadecernos de nosotros mismos ni de volver a las viejas aficiones; es hora de recomenzar desde Jesús, de zarpar de nuevo y confiar en sus palabras. «Siempre, ante una decepción, o ante una vida que ha perdido un poco de sentido —«hoy siento que he retrocedido...»—, vuelve a partir con Jesús, recomienza, ¡zarpa de nuevo! Él te espera. Y piensa solo en ti, en mí, en cada uno de nosotros» (papa Francisco, Regina Caeli 01.05.2022).
Los apóstoles confían y pescan una gran cantidad de peces; y Juan grita: «Es el Señor». Pedro se sumerge para nadar hacia él. Es un gesto de amor, un salto del corazón. En esa inmersión está el impulso y el ardor que Pedro ha redescubierto. «Queridos hermanos y hermanas, hoy Cristo resucitado nos invita a un nuevo impulso, a todos nosotros, a cada uno de nosotros, nos invita a sumergirnos en el bien sin miedo a perder algo, sin calcular demasiado, sin esperar que otros comiencen. ¿Por qué? No esperéis a los demás, porque para ir hacia Jesús hay que arriesgarse. Debemos tomar riesgos con valentía, empezar de nuevo y volver a empezar asumiendo riesgos. Preguntémonos: ¿Soy capaz de algunos arranques de generosidad, o retengo los impulsos del corazón y me encierro en la costumbre o en el miedo? Sumergirnos, saltar. Esta es la palabra de Jesús hoy» (Ibíd. Francisco).
Finalmente, el tercer punto: el amor. Pedro llega a Jesús y Jesús no le hace ningún reproche. Simplemente, lo llama tres veces y le pregunta: «Pedro, ¿me amas?». Sí, Señor, Tú sabes que te amo", así tres veces, igual que las veces que Pedro lo negó. Al hacer sentir amado a Pedro y llamarlo de nuevo al amor, Jesús despierta su corazón, sanándolo con su misericordia. Asimismo, «Jesús también quiere que nuestros corazones resurjan; porque la fe no es cuestión de conocimiento, sino de amor. ¿Me amas? Jesús nos pregunta a ti, a mí, a nosotros, que tenemos las redes vacías y tantas veces tenemos miedo de volver a empezar; A ti, a mí, a todos nosotros, que no tenemos el coraje de lanzarnos y quizá hemos perdido el impulso. "¿Me amas?, pregunta Jesús. Desde entonces, Pedro dejó de pescar para siempre y se dedicó al servicio de Dios y de sus hermanos, hasta el punto de entregar su vida aquí, donde estamos ahora. Y nosotros ¿queremos amar a Jesús?" (Ibíd. Francisco).
Comentarios
Publicar un comentario