Dom. VI del T.O. MAKARIOS
El Evangelio de hoy nos habla de Bienaventuranza, de felicidad. ¿Quién no quiere ser feliz? Todos queremos ser felices; algunos buscan la felicidad en el trabajo, otros en el dinero, otros en el poder, otros en el amor, incluso los que roban, a su manera, quieren poseer para ser felices. Con las Bienaventuranzas Jesús bajó al centro de nuestra humanidad para dar sentido a todo lo que nos da miedo, lo que nos oprime; para que sus palabras no fueran en vano él mismo se hizo pobre, tuvo hambre, experimentó el dolor, la persecución... ¡Claro que cuando oímos hablar de pobreza, de llanto, de injusticia, se nos hace difícil comprenderlo y aceptarlo para ser felices!
Pero, ¿qué significa bienaventurado? Traducido como Makarios indica a quien sabe celebrar. La palabra está relacionada con kairos, que significa momento, oportunidad. El bienaventurado no es aquel que goza porque sí, sino el que sabe aprovechar la ocasión. Según este término, entiende la importancia de las cosas y sabe cómo entrar en ellas. El secreto no es que todo salga bien, sino que incluso, de un momento difícil, se pueda sacar algo valioso. Ahora bien, todo bienaventurado no lo es porque es pobre, porque llora, porque es perseguido. Si anunciáramos sólo esto, seríamos dignos de lástima.
Hay que entender que la pobreza, las lágrimas, el hambre, no son condiciones para ser feliz. El dolor, la cárcel, la injusticia, siguen siendo para Jesús las diversas formas de infelicidad; si proclama bienaventurados a quienes las padecen, lo hace porque viene a celebrar su liberación. La originalidad del Evangelio no consiste en afirmar que lo que era negro se ha vuelto blanco, sino ofrecer a todos aquellos que se encuentran mal una nueva y dichosa salida.
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