Podcast, Dom. XIX del T.O. ¿Buscas este Pan?
Estamos todavía en el evangelio de Juan, dentro del discurso de Jesús sobre el pan. Recordemos que el domingo pasado Jesús va a Cafarnaúm y la gente que ha alimentado, le sigue hasta allí. En el evangelio de hoy, para los jefes judíos de la ciudad sus palabras se vuelven problemáticas. La gente pareció abrirse al mensaje, en cambio estos dirigentes murmuran contra Jesús. ¿Cuál es el motivo? Más o menos el mismo que escandalizó a los nazarenos: ¿no es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo puede decir que descendió del cielo? La respuesta del Señor a sus murmuraciones aclara un par de cosas: La fe nace sólo dentro de una atracción de amor “nadie puede venir a mí si el Padre no lo atrae.” La chispa de la fe enciende si hay apertura y atención a lo que sucede en el corazón “quien escucha al Padre y de él ha aprendido, viene a mí”. Si uno se presenta ante Jesús blindado en su religión tranquilizadora y en sus propios patrones mentales, si no está dispuesto a escuchar su corazón, si no está dispuesto a dejarse sorprender por el Dios encarnado, no puede entender sus palabras, ni acoger en su Persona.
Iluminados por esta Palabra podemos reflexionar sobre la crisis que vivimos actualmente. En muchas de nuestras discusiones suelen estar presentes los datos desalentadores de la ausencia de personas en la Eucaristía dominical y de los ambientes donde se forma en la fe. Este desinterés espiritual causa, con razón, cierta preocupación. Pero en cierto sentido también deberíamos alegrarnos por ello. Si la fe auténtica es una atracción interior hacia la persona de Jesús, este tiempo de crisis es como el tamiz que está sacando a relucir "el cristianismo de todos". De hecho, la Iglesia está perdiendo cada vez más influencia y espacio entre los hombres, y algunos llegan incluso a afirmar el fin del cristianismo como religión cultural en Occidente; pero también es cierto que quienes se mantienen o llegan, están más abiertos a hacer una experiencia profunda espiritual.
Sólo quien está aprendiendo a escuchar la voz de Dios en su corazón puede sentir esta atracción. Quien se concentra en escucharlo se adhiere a Jesús y llega a saber quién es el Padre. Sin esta atracción es absolutamente incomprensible cómo uno puede llegar a ser cristiano. Porque no se llega a ser cristiano mediante el cumplimiento de unos conocimientos religiosos. Sin embargo, desde hace mucho tiempo se lleva a cabo una iniciación cristiana de este tipo.
Pero hoy nos encontramos ante la gran posibilidad de regenerar la fe a partir de este principio: la fe nace y crece por atracción. No tiene sentido perder el tiempo discutiendo continuamente, multiplicando tesis y análisis sobre la crisis de fe. En lugar de ello debemos aceptar la crisis. De hecho, el discurso de Jesús sobre el pan pondrá a muchos seguidores en crisis. Y en los próximos domingos veremos hasta dónde llega esta crisis.
La murmuración de los judíos expresa incredulidad ante quien dice ser pan bajado del cielo. No pueden captar la revelación de Dios en la humanidad de Jesús. No pueden creer que Dios hubiera podido hacer esta elección en su libertad suprema. No pueden creer que esta elección se haya hecho en la carne del hombre Jesús, el hijo de José.
Si no estamos abiertos a aceptar este escándalo que nos salva, nunca podremos comprender a un Dios que dice querer ser pan para el hombre. Sólo seguiremos pensando que conocemos a aquel que aún no conocemos como esos judíos. Pero para quienes se abren cada día al amor de Dios, Jesús siempre se revelará en ese pan que la Iglesia consagra cada día y que es el único que puede saciar el hambre y la sed más profunda del hombre.
A la larga, no podemos posponer infinitamente la cuestión que implica una decisión: o aceptamos y aprendemos a amar a Jesús por quien dice ser, o viviremos nuestra existencia sólo para garantizar nuestra vida moral aquí en la tierra como si fuera la única vida posible con el riesgo de perder su verdadero significado que sólo Jesús puede dar “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno come este pan vivirá para siempre”. Si hay vida eterna, sólo puede encontrarse en este movimiento de amor que une lo humano y lo divino.
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